Machaque del momento

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sábado, 31 de octubre de 2009

Hasta la vista, baby.

Tomar la decisión de irme no fue difícil, porque lo difícil había estado antes y, créanme que, por largo tiempo.
La gente suele pensar que la parte dura de los cambios existe cuando lo que se modifica es la parte física o material del asunto y yo creo firmemente que esa parte del cambio es gloriosa, lo difícil y arduo está en el proceso para llegar a ese objetivo (la gente tiene las concepciones tan equivocadas a veces que me dan bronca sus inquietudes).
Tampoco soy amante de hablar de la gente, como un colectivo de aquellos otros, me gusta especificar y la verdad es que, en este caso, cuando hablo de la gente en plural me refiero a algunas personas que son bastante “cercanas” a mí (o así se consideran, que no es lo mismo).
No estoy negando que hay momentos en donde mi autoestima me traiciona, momentos en los que mi seguridad duerme junto a la puerta de los vecinos. Yo soy honesta y admito que tengo ratos de vacío espiritual pero cuando éstos pasan puedo volver a mí. Conseguir esa fantástica conexión de uno consigo mismo. Una analogía bastante bizarra vino a mi mente y es algo como si yo quedara esparcida en pedazos en el suelo y de repente esos pedazos volvieran a mí como sucede con el falso terminator cuando se descompone en esa sustancia metálica símil al mercurio y vuelve a él automáticamente. Qué delirada que soy… ¿no?

jueves, 22 de octubre de 2009

Atardecé conmigo

Me encantaría implementar como rutina una caminata por la ciudad durante el atardecer. Amo ese momento, es perfecto. El mix de colores que hay en el cielo, ese degradé tan pintoresco y enmudecedor, la forma en que los sonidos van atenuándose, la gente está más relajada, las bocinas mermaron, la mayoría de las personas está volviendo a su casa habiendo completado un día, quizás, agitado. Yo camino, observo, respiro, siento la brisa en mi cara mientras que, en el escenario que conforma mi entorno, las luces del día se van apagando, la noche está llegando para instalarse por largas y profundas horas.
El momento que más me gusta del día es el atardecer porque me da plenitud, me permite conectar con mi interior de una manera mucho más directa que en otro momento, todo se vuelve meramente perceptivo y sensitivo, es algo bastante difícil de describir.
Si comparo concluyo en que el amanecer puede que le llegue a los talones pero la enorme diferencia está en la gente, todos apurados, preocupados, ocupados, arrogantes… el día trae consigo arrogancia pero la tarde ya lo agotó, siento que durante el día la gente va dejando el apuro, lo superfluo, lo incómodo, se desajusta la corbata y realmente esa gente ES cuando cae el atardecer.
Quiero un día entero de atardecer…

sábado, 17 de octubre de 2009

Y por cinco pesos…

Que rara que es la sensación con la que me quedé hoy. Qué increíble resulta el cambio de perspectiva que se tiene sobre una persona en un momento de la vida y en otro.
Hoy estaba en el trabajo y de repente veo entrar a comprar algo a la mujer, que en su momento, era la directora de mi escuela primaria. Estoy segura, era ella. Es inconfundible esa mujer, su manera de caminar, el ímpetu con el que se mueve, no hay posibilidad de estar equivocada. Hasta, admito, me hizo sentir ese miedo (léase respeto) que sólo la directora de una escuela primaria podía invocar…
Ella no se acordaba de mí en absoluto, debo haber pasado siempre desapercibida o tal vez la cantidad de chicos que fuimos a esa escuela hace que sea imposible individualizarnos. Sin reparar en que yo la había reconocido, tomó un producto, me preguntó el precio y luego de habérselo dicho me pidió si podía quedar debiendo cinco pesos que traería al día siguiente cuando cobrara el sueldo. Impactada. Me quedé sin palabras. No porque ella estuviera pidiendo un plazo para abonar esa tintura rubia con la que teñiría su pelo castaño sino porque aquella persona tan enorme, tan única, tan fuerte, tan imperiosa, era un ser humano al quien no le alcanzaba el sueldo para pagar sus cuentas y allí no tenía sentido su rol laboral.
Me quedé impresionada al darme cuenta de como cambia la imagen de una persona cuando se gira un poco la perspectiva desde donde la observás. Esa directora además de gritar en el patio durante el recreo y de llevar adelante prácticamente a toda aquella escuela, es un ser humano que baila, canta, sufre, ríe, juega, compra y paga. Porque al día siguiente vino a traer los cinco pesos que había quedado debiendo.

Estuve ausente por un tiempo pero, como siempre, he vuelto y por más…

¡Gracias por el aguante que me hacen siempre ustedes al colgarse de mis locuras!