Machaque del momento

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jueves, 22 de abril de 2010

Un aplauso para el asador

Quiero decirle al mundo que odio cada vez que alguien, con la boca llena de achuras, grita “un aplauso para el asador”. Fíjense que siempre es al iniciar la comida, nadie lo grita cuando se sirve el vacío, es un ritual que marca el inicio del asado casi obligatoriamente.
El problema surge cuando me doy cuenta de que es mucho más trabajoso y demanda un mayor esfuerzo enjuagar las verduras, armar ensaladas, poner la mesa para veinte personas y tener que lavar la vajilla llena de grasa de tantos comensales luego de dicha comida.
Es sabido que hay una cuestión bastante machista en torno a hacer un asado, tener tu propio cuchillo, encender el fuego, hacer buena cantidad de brasas, poner la carne encima suyo… el resto es sólo esperar. Eso sí, esa espera siempre es en compañía de un par de vinos previos al almuerzo. ¡Qué difícil que es esa espera!
Yo no quiero ofender a ningún argentino que haga un rico asado en su día libre, ni siquiera a las mujeres que fomentan o sostienen a esos asadores, sólo quiero hacer pública mi indignación cuando en cada lugar que voy escucho “un aplauso para el asador”. No hay vez que deje de pensar en el aplauso inexistente dedicado a quien fue a la carnicería, cargó todos esos kilos de carne hasta la heladera, organizó el espacio en la heladera para que entre en ella semejante cantidad de comida, hizo malabares con las ensaladas para que sean suficientes y, por sobre todo, para que nadie se queje por como están condimentadas, para quien limpia toda la vajilla, incluyendo la grasa que queda en la parrilla después de cada uso… en fin, alguna vez después de cumplir con el ritual machista de aplaudir al asador para que pueda comer tranquilo, voy a pedir un aplauso para nosotras, esas mujeres que vamos detrás de cada detalle que el asado requiere.
Aunque es cierto que sin estos hombres que hacen nuestros asados, no habría queja.

Mentira………si no tuviéramos a nuestros asadores ¡¡¡aprenderíamos y los haríamos nosotras!!!

Creo de que después de publicar estas palabras, me quedé sin asado de por vida.

miércoles, 14 de abril de 2010

Ring Ring Ring

…porque Dios está en todas partes pero tiene oficina comercial en Capital Federal.
Sí, eso pensé hoy después de recibir tres llamadas de diferentes lugares en mi teléfono y al pedirme que confirme el horario de reunión para los días entrantes nadie, créanme que absolutamente ninguna de las tres personas cuando me dijo el número adonde tengo que llamar para confirmar horario, antepuso el prefijo que debía agregar antes del resto de los números. Resulta ser que dan por sentado que el 011 está presente, lo tenés que saber, es un sujeto omnipresente en la vida de la gente, aparentemente.
Lejos de mí está la idea de ser arrogante pero honestamente sé muy bien cual es el prefijo que tengo que discar para comunicarme, el punto al que voy es ¿por qué si una persona llama a un número de teléfono del interior de la provincia no aclara de donde habla y consecuentemente informa todos los números pertenecientes al lugar que representa?
No voy a generalizar porque odio que la gente generalice pero creo que la mayoría de los porteños se creen que son todo y que tienen el mundo a sus pies. ¡Cómo me molesta!

sábado, 3 de abril de 2010

Mortimer sin duda

Otra vez lo cotidiano me deja pensando en los problemas de alineación y balanceo que tengo en la cabeza.

Termino de comer y es casi automático el movimiento. Levanto los platos y a lavar la cocina. Si no lo hago mientras estoy terminando de masticar el último bocado del almuerzo o de la cena me agarra semejante vagueza que pueden los platos permanecer sucios por varios días sin que yo me digne a enjuagarlos. Parece que se ha vuelto un mecanismo operativo de mi sistema; terminar de comer y a lavar todo muy rápido. Es como si hubiese alguien apurándome o como si escuchara el ruido de un perturbador tic tac tic tac que me hiciera creer que se está venciendo el plazo del proceso culinario. Ah! Déjenme aclarar que para mí, tanto el almuerzo como la cena, son todo un proceso que comienza en el momento en el cual pienso en que quiero comer y termina cuando dejo la vajilla reluciente reposando en el apoya platos.
Otra característica que tengo es que jamás seco la vajilla. Tengo veinte repasadores divinos, de diversas formas y colores pero no les doy uso. La vajilla se seca sola, reposando, al aire. Me gusta evitar los hongos y de esa forma lo consigo sin grandes esfuerzos. Además soy muy desprolija, si secara los platos siempre les dejaría alguna que otra gotita de agua y odio la humedad, prefiero el secado a intemperie, es más efectivo, me da más confianza.
Yo primero lavo los vasos, después los cubiertos, le siguen los platos y por último están las cacerolas que previamente llené con agua para ir despegando la mugre.

Sepan que soy extremista como muchas e intensa como pocas.