Machaque del momento

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lunes, 28 de febrero de 2011

Subite al bondi!

Pocas cosas son tan aburridas como esperar al sol un colectivo que sabés, que por lo que viene demorando, va a llegar repleto.
Y de repente, a lo lejos te parece que es el cartel que estás esperando hace más de media hora… pero te pasa de largo porque viene tan lleno que vos no podés subirte. A los diez minutos pasa otro, igual de lleno pero con un chofer optimista que espera que, apretándose, subamos todos.
El interrogante que me surge cada vez que subo a un colectivo así de lleno con el objetivo de, eventualmente, conseguir un asiento es ¿cómo elegir estratégicamente en donde esperar parada?
Quedarme de pie en frente de una persona que va durmiendo es la última opción de todas ya que es evidente que hasta dentro de muchas cuadras no tiene planeado descender. O en todo caso, no le importa pasarse de largo.
Detenerme en los primeros asientos es impredecible, tal como comprar un auto usado, ya que quizás consigas el asiento pero en la siguiente parada si llegara a subir una persona mayor, una embarazada o alguien con un niño vas a tener que cederlo. Es como un mandamiento, encima de la primera ventana de todo ómnibus debería decir “cederás el asiento”. Demasiados condicionales para un asiento, descartado.
Quedarte esperando al fondo garantiza una esperanza sólo por una cuestión de probabilidades. Hay cinco asientos atrás de todo sumado a los dos individuales próximos al fondo que podrías estar abarcando en la espera pero resulta que siempre es imposible llegar hasta el fondo porque otro pensó primero en que allí la circulación de aire sería mejor. Y no sólo tuvo razón sino que se instaló. Concluyo en que, o viajo a lugares cerca, o siempre los demás van más lejos que yo.
Generalmente termino optando por quedarme por el centro del micro mirando a las caras de las personas sentadas en los asientos dobles y hago selección por portación de rostro…
Después pienso ¡qué tonta que soy! Acaso la cara de la gente ¿te dice en dónde se baja?
Acepto teorías o ideas para el próximo viaje…

viernes, 18 de febrero de 2011

Enfocá querida!

No me gusta que la gente mire de reojo. Me pregunto ¿por qué no se hacen cargo de lo que quieren ver y enfocan como se debe?
Tengo a una persona sentada en frente que, de tanto en tanto, me da la sensación de que mira hacia adonde estoy yo. Las hipótesis que estoy elaborando son que:
a) Le gusto.
b) Le molesta que viva medio despeinada.
c) Se cuida tanto la silueta que envidia la manera en la que yo desayuno y meriendo.
d) Está evaluando en qué empleo el tiempo para sacar algún tipo de ventaja.

Me da gracia ya que si bien mantengo la compostura, de repente en mi imaginación comienzo a desarrollar escenarios de reacciones tales como sacarle la lengua, mirarla fijo y preguntarle qué es lo que mira o simplemente ignorarla.
Me estoy riendo mientras escribo esto…
Además es viernes. ¿Qué importa el resto?

miércoles, 9 de febrero de 2011

La vida laboral

Una enfermera me dijo hace poco tiempo que había que respetar las elecciones que Dios había hecho para nosotros. Ni bien oí eso, me quedé callada dando lugar a ese silencio casi intimidador que no sabe que orientación tomar en pos de la persona que tenemos en frente.
El Todopoderoso estableció que debemos trabajar una cantidad determinada de días y luego dedicar uno al ocio y al descanso. Lo que no dejó establecido, y libró a a gusto y placer de los hombres, es la cantidad de horas que dentro de cada día debemos destinar a las actividades laborales.
Si bien puedo reconocer que hemos avanzado hacia una mejora en las condiciones, en la cantidad de horas dedicadas al trabajo y en la retribución obtenida por hacerlo, humildemente creo que sigue siendo demasiado tiempo el que le dedicamos. Entiendo que una persona puede amar las actividades que realiza en su trabajo, puede conseguir un sentimiento de regocijo u orgullo ante determinados logros, puede ser feliz con un gran salario que le permita comprar todos los productos y servicios que quiera pero a mí los días de descanso no me alcanzan para estar con la gente que quiero y eso me estresa.
Cuando reflexiono sobre este tema, lo primero que hago generalmente es mirar las caras de las personas que hay en mi entorno y debo admitir que hoy dudo que la gente que está sentada alrededor mío sienta algo parecido a esto que estoy describiendo… Quizás encuentren la manera de disponer de tiempo para todo, tal vez hayan dejado de dormir, por ahí en el interior sean infelices e intenten no transmitirlo a través de sus caras. La verdad es que hay veces que no sé si me enrosco por aburrimiento o no me atrevo a impulsar un gran cambio.