Machaque del momento

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miércoles, 11 de julio de 2012

Palabras

Que desconectada quedé con este pasatiempos que para mí es la escritura. Es increible cobrar lucidez de cómo cuando algo me inquieta, preocupa o angustia, recurro a escribir.

La Palabra, cuán poderosa resulta una vez que sale, una vez que es dicha. Me enfrenta con la verdad, con mi verdad. Me confronta con todas esas sensaciones alojadas en ella, en cierta forma, me libera. Me desahoga y devuelve al cuerpo parte de la pasión depositada en pensamientos, toda la energía acumulada en razonar, en hacer consciente lo inconsciente, en poder leer entrelíneas todo lo que está presente en mi discurso.

Insólitos los lugares a los que recurro cuando estoy triste. 


sábado, 31 de marzo de 2012

Sólo una fecha

Y si bien es cierto que hoy se cumple otro año de tu ausencia también es real que me has dejado tantas hermosas cosas cerca, alrededor y en mí que estoy recordándote con todo el amor del mundo… sigue habiendo una luz encendida cuando pienso en vos.
Qué mujer fuerte, moderna, creativa, innovadora, graciosa, única que fuiste. ¡Oh sí!

Te extraño hoy y todos los días. Cómo quisiera poder seguir compartiendo todo con vos…

domingo, 23 de octubre de 2011

Voto, hambre y sueño

Tengo que, como todo ciudadano, ir a votar. La verdad es que es domingo y, digno de serlo, no puse el despertador. Me levanté recién y si bien tengo ganas de participar en la elección de nuestros representantes, la realidad es que me están pasando tres cosas. La primera es que no siento muy bien representados mis intereses por nadie, la segunda es que en vistas de sentir que hoy es el día en el que soy un ser civil por sobre todas las cosas tuve ganas de pagar todas las boletas impagas que tengo acumuladas y caí en la cuenta de que no habría un solo rapipago abierto porque hoy se vota. El último acumulo de pensamiento que está en mi mente es esa listita de los must que debo hacer antes de ir a votar…

*Ingerir alimentos porque es probable que, de la espera en la fila, empiece a desfallecer de hambre. Pienso: ¿Está permitido vender combos de café y torta durante la espera cual salida de recital en el Estadio Unico?

*Ir vestida por capas ya que la última vez tuve bastante calor esperando.

*Prepararme psicológicamente para la espera de casi dos horas.

*Ir en estado sen. Siempre suelen alterarme las personalidades barriales que uno se cruza los domingos de votación. A propósito de esto último, es muy graciosa la situación que se genera los días como hoy, es genial ver a todos los personajes que usualmente cruzás o en la calle, o en la rotisería, o en el bondi, o en el supermercado o en Colombraro, reunidos en la misma escuela esperando, casi sentís conocerte con todos pero obviamente nadie saluda. ¿Habría que llevar lentes de sol para disimular? A mi me los robaron… me di cuenta en primavera.

Debo reconocer que mientras leía los Groupones del día de hoy en mi mail, pensaba en cómo adaptar ese formato de marketing a la votación...

Por lo pronto yo me entretengo buscando parecidos. La última vez encontré al falso Fanego. Vamos a ver que sucede hoy…

jueves, 24 de marzo de 2011

Conformate de una vez

¿Y cómo saber si está bien quedarse acá?
Es saludable cumplir las metas que uno se propone pero cuando cuestionas constantemente el objetivo por miedo a estar conformándote es peligroso. En esa pelea contra el conformismo, el único que sale perdiendo sos vos. Se vuelve adictivo no conformarse con lo que tenemos, con lo que buscamos, con quien queremos…
A diferencia de algo que creí durante años (ahora entiendo que es un prejuicio) creo que es sano estar conforme, creo que eso no significa caer en la mediocridad sino todo lo contrario. Es atreverse a apreciar sin límite ni miedo que estás siendo feliz.

viernes, 11 de marzo de 2011

Copiate que me gusta

Cuando un compañero de trabajo cumple años y en la oficina deciden juntar plata para comprarle un regalo, generalmente viene acompañado de una tarjeta firmada por cada uno de los participantes de dicha compra.
Como esta vez decidieron dejar la tarjeta a firmar en el escritorio que está en frente al mío, me detuve a observar una peculiar característica en cada uno de mis compañeros de trabajo: TODOS, absolutamente cada uno de ellos, antes de expresar sus buenos deseos por escrito y firmarlo, se detuvo a leer cada mensaje que había escrito hasta el momento.

¿Por qué tanta curiosidad?
Acaso ¿copian los mensajes? ¿Buscan letra? ¿Pretenden entender la profundidad de los vínculos? ¿Intentan inspirarse? ¿Quieren reírse de las faltas ortográficas de algunos? ¿Será que quieren chequear quién se quedó sin poner plata para el regalo?
Es muy gracioso… voy a seguir esperando pero todavía no hubo una sola persona que llegue, se siente y sin leer qué es lo que puso el resto, deje su mensaje en la tarjeta. La intriga y la curiosidad ¿será que mata al hombre?
Yo todavía no firmé, voy a esperar más, así leo los comentarios de mis cincuenta compañeros.

Si la hago, la hago bien.

lunes, 28 de febrero de 2011

Subite al bondi!

Pocas cosas son tan aburridas como esperar al sol un colectivo que sabés, que por lo que viene demorando, va a llegar repleto.
Y de repente, a lo lejos te parece que es el cartel que estás esperando hace más de media hora… pero te pasa de largo porque viene tan lleno que vos no podés subirte. A los diez minutos pasa otro, igual de lleno pero con un chofer optimista que espera que, apretándose, subamos todos.
El interrogante que me surge cada vez que subo a un colectivo así de lleno con el objetivo de, eventualmente, conseguir un asiento es ¿cómo elegir estratégicamente en donde esperar parada?
Quedarme de pie en frente de una persona que va durmiendo es la última opción de todas ya que es evidente que hasta dentro de muchas cuadras no tiene planeado descender. O en todo caso, no le importa pasarse de largo.
Detenerme en los primeros asientos es impredecible, tal como comprar un auto usado, ya que quizás consigas el asiento pero en la siguiente parada si llegara a subir una persona mayor, una embarazada o alguien con un niño vas a tener que cederlo. Es como un mandamiento, encima de la primera ventana de todo ómnibus debería decir “cederás el asiento”. Demasiados condicionales para un asiento, descartado.
Quedarte esperando al fondo garantiza una esperanza sólo por una cuestión de probabilidades. Hay cinco asientos atrás de todo sumado a los dos individuales próximos al fondo que podrías estar abarcando en la espera pero resulta que siempre es imposible llegar hasta el fondo porque otro pensó primero en que allí la circulación de aire sería mejor. Y no sólo tuvo razón sino que se instaló. Concluyo en que, o viajo a lugares cerca, o siempre los demás van más lejos que yo.
Generalmente termino optando por quedarme por el centro del micro mirando a las caras de las personas sentadas en los asientos dobles y hago selección por portación de rostro…
Después pienso ¡qué tonta que soy! Acaso la cara de la gente ¿te dice en dónde se baja?
Acepto teorías o ideas para el próximo viaje…

viernes, 18 de febrero de 2011

Enfocá querida!

No me gusta que la gente mire de reojo. Me pregunto ¿por qué no se hacen cargo de lo que quieren ver y enfocan como se debe?
Tengo a una persona sentada en frente que, de tanto en tanto, me da la sensación de que mira hacia adonde estoy yo. Las hipótesis que estoy elaborando son que:
a) Le gusto.
b) Le molesta que viva medio despeinada.
c) Se cuida tanto la silueta que envidia la manera en la que yo desayuno y meriendo.
d) Está evaluando en qué empleo el tiempo para sacar algún tipo de ventaja.

Me da gracia ya que si bien mantengo la compostura, de repente en mi imaginación comienzo a desarrollar escenarios de reacciones tales como sacarle la lengua, mirarla fijo y preguntarle qué es lo que mira o simplemente ignorarla.
Me estoy riendo mientras escribo esto…
Además es viernes. ¿Qué importa el resto?

miércoles, 9 de febrero de 2011

La vida laboral

Una enfermera me dijo hace poco tiempo que había que respetar las elecciones que Dios había hecho para nosotros. Ni bien oí eso, me quedé callada dando lugar a ese silencio casi intimidador que no sabe que orientación tomar en pos de la persona que tenemos en frente.
El Todopoderoso estableció que debemos trabajar una cantidad determinada de días y luego dedicar uno al ocio y al descanso. Lo que no dejó establecido, y libró a a gusto y placer de los hombres, es la cantidad de horas que dentro de cada día debemos destinar a las actividades laborales.
Si bien puedo reconocer que hemos avanzado hacia una mejora en las condiciones, en la cantidad de horas dedicadas al trabajo y en la retribución obtenida por hacerlo, humildemente creo que sigue siendo demasiado tiempo el que le dedicamos. Entiendo que una persona puede amar las actividades que realiza en su trabajo, puede conseguir un sentimiento de regocijo u orgullo ante determinados logros, puede ser feliz con un gran salario que le permita comprar todos los productos y servicios que quiera pero a mí los días de descanso no me alcanzan para estar con la gente que quiero y eso me estresa.
Cuando reflexiono sobre este tema, lo primero que hago generalmente es mirar las caras de las personas que hay en mi entorno y debo admitir que hoy dudo que la gente que está sentada alrededor mío sienta algo parecido a esto que estoy describiendo… Quizás encuentren la manera de disponer de tiempo para todo, tal vez hayan dejado de dormir, por ahí en el interior sean infelices e intenten no transmitirlo a través de sus caras. La verdad es que hay veces que no sé si me enrosco por aburrimiento o no me atrevo a impulsar un gran cambio.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

The show is over, say goodbye

En ningún lugar te enseñan qué hacer cuando la vida te disgusta fuertemente y genera en vos un estado de sorpresa alarmante. Nadie te ayuda a sobrellevar la desilusión que a veces genera un vínculo. Tendemos a creer que a lo largo del tiempo todo va a estar mejor al punto de que cuando no lo está, apostamos a que las cosas pueden cambiar y consecuentemente mejorar. Pero ¿qué pasa cuando no lo hacen? ¿Qué sucede cuando del otro lado hay una pared? La irreversibilidad de los hechos me encandila, hace que no pueda sentir otra cosa que no sea tristeza.

Me atrevo a decir que durante todos los años de relación yo entregué, estuve, permití, concedí, disculpé y acepté pero cuando pude mirar todo desde otra perspectiva, ahí fue cuando no me sentí nada bien entonces hablé solicitando un cambio, tal vez una reconsideración de movimientos (cual manotazo de ahogado) pero fue sin sentido porque a quien se lo estaba pidiendo le era imposible decodificar mis palabras, de hecho, creo que jamás lo supo hacer por dos motivos, el primero fue porque se durmió en los laureles sin considerar la idea de que un vínculo se construye día a día desde lo cotidiano y, en segundo lugar, porque su capacidad de atención fue disminuyendo notablemente con el tiempo permitiendo que se le escapen ya no solamente detalles.

Eligió otras prioridades. Quizás un poco me molestó no haber sido parte de esa elección pero la etapa de asimilación por suerte pasó (tiendo a ser bastante obsesiva buscando culpas y echándolas sobre mis hombros) y ahora entiendo que no soy yo quien sale perdiendo.

El factor sorpresa siempre es lo que queda resonando en mi cabeza. Yo creo tanto en la gente que elijo que cuando pasan cosas como las que acabo de describir me lleva mucho tiempo dejar de estar tan sorprendida… No, no esperaba este desenlace, en verdad no esperaba ni quería un desenlace.

lunes, 6 de diciembre de 2010

¡Qué compra difícil!

Para una mujer, la compra de indumentaria más difícil de cada año es, sin dudas, la de la malla.
Parece mentira que haya pasado un año desde aquel momento cuando a fin del año pasado decidí que iba a seguir con las mallas que tenía en mi placard durante ese nueva temporada porque ninguna de las que me estaba probando me quedaba bien. Hace dos años que evito enfrentarme a dicha compra. Hasta hoy.
Lo cierto es que las bikinis que tengo ya están gastadas y con arena entre el tejido, precisaba una malla presentable. La primera idea que tuve fue comprar una malla entera, tal como la que uso para ir a natación. Me probé una y la verdad es que no me desagradó sin embargo cuanto más me miraba al espejo, mayor intensidad cobraba el pensamiento de que acceder a dicha compra era prácticamente rendirme ante lo que veía, dejar de intentar, esconderme detrás de más tela.
La vendedora, Rafaela, se acercó a mi probador y me dijo: “sos demasiado joven para esconderte detrás de una malla entera”. Fue tan dulce, tan maternal y tan acorde a la línea de pensamiento que estaba esbozando recientemente que accedí y terminé, después de dar un par de vueltas, eligiendo una bikini linda y sencilla, que honestamente no disimula nada pero lo que deja ver, es lo que hay. Al fin y al cabo, de eso trata todo, de la autenticidad, de lo real, de lo que tengo.
No voy a hacer otra vez la promesa anual de intentar verme mejor el próximo verano porque me conozco y no quiero desilusionarme más pero al menos, voy a tratar, sí, eso sí.