Para que una herida sane, el proceso lógico a seguir es que de adentro hacia afuera los tejidos fueran cerrando uno por uno ¿verdad? La velocidad en que esto ocurre es cuestión personal, quizás hasta de cicatrización pero hoy no puedo evitar preguntarme si todas las heridas sanan realmente en algún momento, forma y espacio.
Muchos van por la vida diciendo que supieron hacer correctamente sus duelos, se tomaron largas horas de reflexión inclusive de terapia y que, finalmente, concluyeron cerrando esa herida, de alguna forma quieren darte a entender que finalizaron con ese dolor intrínseco, profundo y devastador que, a veces, generan ciertas pérdidas.
Dar lo perdido cuando ves que va camino a eso, darlo por perdido cuando deja de existir o simplemente empezar a darlo por perdido en el trayecto hacia el mismo sitio que conducen ambas opciones anteriores da igual, sea de una u otra manera la meta y sus sensaciones consecuentes van a ser iguales.
Todo el tiempo estoy reabriendo viejas heridas que jamás di por cerradas, simplemente las detuve por un rato sólo hasta que un afta vuelva a salir en su lugar y de manera urgente tenga que correr a curarla pero esta vez no puedo, no puedo curarla porque no es una sola son varias, todas del mismo color, con la misma forma, creo que si me descuido hasta me remiten a los mismos lugares por más de que esté en diferentes sitios de mi mente (perdón, de mi cuerpo).
No voy a mutilar una parte mía para dejar de sentir, estoy sintiendo todo con la carne viva encima, adentro y afuera de mí. No soy fuerte, no soy débil y con todo el dolor que me está provocando el proceso de tu partida, que en un futuro cercano o lejano va a llegar, como a todos, no quiero aceptarlo.
Voy tener que trabajar en eso…
Esas situaciones cotidianas que logran exasperarnos al borde de un colapso nervioso y que después, irónicamente, quedan en la memoria... No hay duda, somos animales de costumbre y repetición.
Machaque del momento
- REIKI
martes, 24 de noviembre de 2009
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Buscando armonía, hoy.
Un momento de armonía para mí es cuando encuentro la intensidad exacta de luz que preciso de fondo y sintonizo la música que quiero completamente acorde y en relación con mi estado de ánimo. Ahí desaparece el dolor de cabeza, el ceño fruncido y se instala en mi mente la tranquilidad dejando a mis pensamientos, usualmente alborotados, en calma completa.
martes, 10 de noviembre de 2009
Miserables somos
Mi despertador sonó a las 8, lo apagué y a la media hora di un salto de la cama al suelo sabiendo que era tarde. Me puse lo primero que encontré (léase lo que había usado el día anterior y dejé arriba de la silla para lavar), me tomé un yogur bebible a las apuradas para evitar que me bajara la presión en el viaje, cosa que me ocurre frecuentemente si no tengo algo en el estómago, cerré con llave, bajé por la escalera porque el ascensor no venía y me fui.
Apurada, culposa y frenética salí casi corriendo a trabajar. Abrí la puerta del edificio y me topé con un cartel que decía que la empresa ABSA estaba trabajando para mejorar su servicio. Detrás del cartel estaban rompiendo la vereda unos cuatro muchachos a los golpes. Estos hombres estaban haciendo una fuerza terrible a las 8.45 de la mañana y yo, como siempre, no pude evitar (además de sentirme miserable) pensar en si ellos habrían comido antes de ir a trabajar para evitar el issue de la presión, si se habrían quedado dormidos y habían tenido que salir histéricos de su casa para darle semejantes golpes a la vereda, entre otras cosas del mismo estilo.
En el viaje quise hacer un balance y me di cuenta de que lo positivo de ese trabajo era que la furia que trajeran del hogar por el motivo que sea la descargaban en aquellas baldosas, lo negativo era todo el resto. La cintura de esos muchachos, los músculos, el sol todo el día pegándole en la cabeza ¡qué increíble me resulta sentirme cansada cuando vuelvo de trabajar ahora que vi como ellos trabajan! Me siento tan miserable cuando me quejo de mi trabajo, cuando vuelvo exhausta, cuando no quiero ir, cuando prefiero ver una película, cuando quiero salir a caminar y no puedo. Si, culpa, al 100%. No es bienvenida, nunca lo es, pero aparentemente mi mente la recibe tan bien que queda instalada por largo rato…
Apurada, culposa y frenética salí casi corriendo a trabajar. Abrí la puerta del edificio y me topé con un cartel que decía que la empresa ABSA estaba trabajando para mejorar su servicio. Detrás del cartel estaban rompiendo la vereda unos cuatro muchachos a los golpes. Estos hombres estaban haciendo una fuerza terrible a las 8.45 de la mañana y yo, como siempre, no pude evitar (además de sentirme miserable) pensar en si ellos habrían comido antes de ir a trabajar para evitar el issue de la presión, si se habrían quedado dormidos y habían tenido que salir histéricos de su casa para darle semejantes golpes a la vereda, entre otras cosas del mismo estilo.
En el viaje quise hacer un balance y me di cuenta de que lo positivo de ese trabajo era que la furia que trajeran del hogar por el motivo que sea la descargaban en aquellas baldosas, lo negativo era todo el resto. La cintura de esos muchachos, los músculos, el sol todo el día pegándole en la cabeza ¡qué increíble me resulta sentirme cansada cuando vuelvo de trabajar ahora que vi como ellos trabajan! Me siento tan miserable cuando me quejo de mi trabajo, cuando vuelvo exhausta, cuando no quiero ir, cuando prefiero ver una película, cuando quiero salir a caminar y no puedo. Si, culpa, al 100%. No es bienvenida, nunca lo es, pero aparentemente mi mente la recibe tan bien que queda instalada por largo rato…
martes, 3 de noviembre de 2009
A toast on passion
Qué vergüenza que me dan algunas cosas que digo sin pensar y cuando las releo o analizo me cuestiono a mi misma ¿qué es lo que estoy diciendo?
Resulta ser que hace casi un mes que no hablo con mi mejor amigo, gracias a las nuevas tecnologías, acabamos de cruzar unas palabras a través de Internet (¡qué loco palabras a través de la computadora!, ¿quién lo hubiera imaginado?) contándole de todo un poco le recordé que se reservara el sábado para pasarlo conmigo porque cumplo años. Luego de aceptar me dijo que se estaba yendo porque tenía planes para esta noche y que estaba retrasado ya, entonces para despedirle le recordé cuanto lo quería. Como típica psicótica insegura que soy le pregunté posteriormente si el me quería a mí y antes de dejarlo responder (como si tuviera miedo de que me dijera que no) le dije “quereme que me estoy poniendo vieja”. Soy un desastre, sí. Me pregunto ahora ¿qué debo esperar para cuando tenga 70 años y una vida por detrás?
Igual lo más lindo de todo fue su respuesta: “¡más vieja estás, más te quiero!”.
Qué lindo que es tener amigos así jejejejejeje
Resulta ser que hace casi un mes que no hablo con mi mejor amigo, gracias a las nuevas tecnologías, acabamos de cruzar unas palabras a través de Internet (¡qué loco palabras a través de la computadora!, ¿quién lo hubiera imaginado?) contándole de todo un poco le recordé que se reservara el sábado para pasarlo conmigo porque cumplo años. Luego de aceptar me dijo que se estaba yendo porque tenía planes para esta noche y que estaba retrasado ya, entonces para despedirle le recordé cuanto lo quería. Como típica psicótica insegura que soy le pregunté posteriormente si el me quería a mí y antes de dejarlo responder (como si tuviera miedo de que me dijera que no) le dije “quereme que me estoy poniendo vieja”. Soy un desastre, sí. Me pregunto ahora ¿qué debo esperar para cuando tenga 70 años y una vida por detrás?
Igual lo más lindo de todo fue su respuesta: “¡más vieja estás, más te quiero!”.
Qué lindo que es tener amigos así jejejejejeje
lunes, 2 de noviembre de 2009
Energizate
Estoy triste porque tengo miedo. Generalmente cuando estoy angustiada por algo me cuesta bastante trabajo llegar al fondo de mi pensamiento para darme cuenta cual es el motivo pero hoy no, lo veo tan claro que en lugar de asustarme por no saber que es lo que me pasa (si es que estoy presintiendo alguna tragedia o qué), resulta ser que estoy asustada porque sé perfectamente el motivo de mi miedo, soy completamente consciente de los pensamientos que tengo y por sobre todo, de las consecuencias que acarrean.
Me indigno tanto conmigo misma cuando reconozco tener miedo por todo que se me van las ganas de hacer cosas, quisiera poder darme un buen cachetazo para reaccionar y entender que debo dejar de prestarle tanta atención a esos miedos porque me di cuenta que la energía se deposita en donde nosotros ponemos la atención así que voy a tratar de hacer giros en mi mirada para cargar, descargar y mover toda la energía que despliego.
Estoy de mal humor y en la radio suena Ricardo Montaner, quiero decir abiertamente que no me gusta en absoluto este señor. Lo único bueno que inventó fue “Cachita”(¡si lo habré bailado!)… me voy a ir a dormir un rato, creo.
Me indigno tanto conmigo misma cuando reconozco tener miedo por todo que se me van las ganas de hacer cosas, quisiera poder darme un buen cachetazo para reaccionar y entender que debo dejar de prestarle tanta atención a esos miedos porque me di cuenta que la energía se deposita en donde nosotros ponemos la atención así que voy a tratar de hacer giros en mi mirada para cargar, descargar y mover toda la energía que despliego.
Estoy de mal humor y en la radio suena Ricardo Montaner, quiero decir abiertamente que no me gusta en absoluto este señor. Lo único bueno que inventó fue “Cachita”(¡si lo habré bailado!)… me voy a ir a dormir un rato, creo.
sábado, 31 de octubre de 2009
Hasta la vista, baby.
Tomar la decisión de irme no fue difícil, porque lo difícil había estado antes y, créanme que, por largo tiempo.
La gente suele pensar que la parte dura de los cambios existe cuando lo que se modifica es la parte física o material del asunto y yo creo firmemente que esa parte del cambio es gloriosa, lo difícil y arduo está en el proceso para llegar a ese objetivo (la gente tiene las concepciones tan equivocadas a veces que me dan bronca sus inquietudes).
Tampoco soy amante de hablar de la gente, como un colectivo de aquellos otros, me gusta especificar y la verdad es que, en este caso, cuando hablo de la gente en plural me refiero a algunas personas que son bastante “cercanas” a mí (o así se consideran, que no es lo mismo).
No estoy negando que hay momentos en donde mi autoestima me traiciona, momentos en los que mi seguridad duerme junto a la puerta de los vecinos. Yo soy honesta y admito que tengo ratos de vacío espiritual pero cuando éstos pasan puedo volver a mí. Conseguir esa fantástica conexión de uno consigo mismo. Una analogía bastante bizarra vino a mi mente y es algo como si yo quedara esparcida en pedazos en el suelo y de repente esos pedazos volvieran a mí como sucede con el falso terminator cuando se descompone en esa sustancia metálica símil al mercurio y vuelve a él automáticamente. Qué delirada que soy… ¿no?
La gente suele pensar que la parte dura de los cambios existe cuando lo que se modifica es la parte física o material del asunto y yo creo firmemente que esa parte del cambio es gloriosa, lo difícil y arduo está en el proceso para llegar a ese objetivo (la gente tiene las concepciones tan equivocadas a veces que me dan bronca sus inquietudes).
Tampoco soy amante de hablar de la gente, como un colectivo de aquellos otros, me gusta especificar y la verdad es que, en este caso, cuando hablo de la gente en plural me refiero a algunas personas que son bastante “cercanas” a mí (o así se consideran, que no es lo mismo).
No estoy negando que hay momentos en donde mi autoestima me traiciona, momentos en los que mi seguridad duerme junto a la puerta de los vecinos. Yo soy honesta y admito que tengo ratos de vacío espiritual pero cuando éstos pasan puedo volver a mí. Conseguir esa fantástica conexión de uno consigo mismo. Una analogía bastante bizarra vino a mi mente y es algo como si yo quedara esparcida en pedazos en el suelo y de repente esos pedazos volvieran a mí como sucede con el falso terminator cuando se descompone en esa sustancia metálica símil al mercurio y vuelve a él automáticamente. Qué delirada que soy… ¿no?
jueves, 22 de octubre de 2009
Atardecé conmigo
Me encantaría implementar como rutina una caminata por la ciudad durante el atardecer. Amo ese momento, es perfecto. El mix de colores que hay en el cielo, ese degradé tan pintoresco y enmudecedor, la forma en que los sonidos van atenuándose, la gente está más relajada, las bocinas mermaron, la mayoría de las personas está volviendo a su casa habiendo completado un día, quizás, agitado. Yo camino, observo, respiro, siento la brisa en mi cara mientras que, en el escenario que conforma mi entorno, las luces del día se van apagando, la noche está llegando para instalarse por largas y profundas horas.
El momento que más me gusta del día es el atardecer porque me da plenitud, me permite conectar con mi interior de una manera mucho más directa que en otro momento, todo se vuelve meramente perceptivo y sensitivo, es algo bastante difícil de describir.
Si comparo concluyo en que el amanecer puede que le llegue a los talones pero la enorme diferencia está en la gente, todos apurados, preocupados, ocupados, arrogantes… el día trae consigo arrogancia pero la tarde ya lo agotó, siento que durante el día la gente va dejando el apuro, lo superfluo, lo incómodo, se desajusta la corbata y realmente esa gente ES cuando cae el atardecer.
Quiero un día entero de atardecer…
El momento que más me gusta del día es el atardecer porque me da plenitud, me permite conectar con mi interior de una manera mucho más directa que en otro momento, todo se vuelve meramente perceptivo y sensitivo, es algo bastante difícil de describir.
Si comparo concluyo en que el amanecer puede que le llegue a los talones pero la enorme diferencia está en la gente, todos apurados, preocupados, ocupados, arrogantes… el día trae consigo arrogancia pero la tarde ya lo agotó, siento que durante el día la gente va dejando el apuro, lo superfluo, lo incómodo, se desajusta la corbata y realmente esa gente ES cuando cae el atardecer.
Quiero un día entero de atardecer…
sábado, 17 de octubre de 2009
Y por cinco pesos…
Que rara que es la sensación con la que me quedé hoy. Qué increíble resulta el cambio de perspectiva que se tiene sobre una persona en un momento de la vida y en otro.
Hoy estaba en el trabajo y de repente veo entrar a comprar algo a la mujer, que en su momento, era la directora de mi escuela primaria. Estoy segura, era ella. Es inconfundible esa mujer, su manera de caminar, el ímpetu con el que se mueve, no hay posibilidad de estar equivocada. Hasta, admito, me hizo sentir ese miedo (léase respeto) que sólo la directora de una escuela primaria podía invocar…
Ella no se acordaba de mí en absoluto, debo haber pasado siempre desapercibida o tal vez la cantidad de chicos que fuimos a esa escuela hace que sea imposible individualizarnos. Sin reparar en que yo la había reconocido, tomó un producto, me preguntó el precio y luego de habérselo dicho me pidió si podía quedar debiendo cinco pesos que traería al día siguiente cuando cobrara el sueldo. Impactada. Me quedé sin palabras. No porque ella estuviera pidiendo un plazo para abonar esa tintura rubia con la que teñiría su pelo castaño sino porque aquella persona tan enorme, tan única, tan fuerte, tan imperiosa, era un ser humano al quien no le alcanzaba el sueldo para pagar sus cuentas y allí no tenía sentido su rol laboral.
Me quedé impresionada al darme cuenta de como cambia la imagen de una persona cuando se gira un poco la perspectiva desde donde la observás. Esa directora además de gritar en el patio durante el recreo y de llevar adelante prácticamente a toda aquella escuela, es un ser humano que baila, canta, sufre, ríe, juega, compra y paga. Porque al día siguiente vino a traer los cinco pesos que había quedado debiendo.
Estuve ausente por un tiempo pero, como siempre, he vuelto y por más…
¡Gracias por el aguante que me hacen siempre ustedes al colgarse de mis locuras!
Hoy estaba en el trabajo y de repente veo entrar a comprar algo a la mujer, que en su momento, era la directora de mi escuela primaria. Estoy segura, era ella. Es inconfundible esa mujer, su manera de caminar, el ímpetu con el que se mueve, no hay posibilidad de estar equivocada. Hasta, admito, me hizo sentir ese miedo (léase respeto) que sólo la directora de una escuela primaria podía invocar…
Ella no se acordaba de mí en absoluto, debo haber pasado siempre desapercibida o tal vez la cantidad de chicos que fuimos a esa escuela hace que sea imposible individualizarnos. Sin reparar en que yo la había reconocido, tomó un producto, me preguntó el precio y luego de habérselo dicho me pidió si podía quedar debiendo cinco pesos que traería al día siguiente cuando cobrara el sueldo. Impactada. Me quedé sin palabras. No porque ella estuviera pidiendo un plazo para abonar esa tintura rubia con la que teñiría su pelo castaño sino porque aquella persona tan enorme, tan única, tan fuerte, tan imperiosa, era un ser humano al quien no le alcanzaba el sueldo para pagar sus cuentas y allí no tenía sentido su rol laboral.
Me quedé impresionada al darme cuenta de como cambia la imagen de una persona cuando se gira un poco la perspectiva desde donde la observás. Esa directora además de gritar en el patio durante el recreo y de llevar adelante prácticamente a toda aquella escuela, es un ser humano que baila, canta, sufre, ríe, juega, compra y paga. Porque al día siguiente vino a traer los cinco pesos que había quedado debiendo.
Estuve ausente por un tiempo pero, como siempre, he vuelto y por más…
¡Gracias por el aguante que me hacen siempre ustedes al colgarse de mis locuras!
martes, 29 de septiembre de 2009
Abrazame que me gusta...
Y quizás todo se reduzca a lo físico.
Y resulta ser que lo único que precisamos es un buen abrazo. Contenedor, fuerte, largo y en silencio. Momento cálido casi perfecto para que el llanto se escurra entre los brazos de otro, pudiendo distenderte, relajarte, sacarte el disfraz, entregándole al otro la responsabilidad de sostener tu cuerpo mientras te desmoronas ahí, en ese silencio, tuyo, suyo, vuestro…
Y resulta ser que lo único que precisamos es un buen abrazo. Contenedor, fuerte, largo y en silencio. Momento cálido casi perfecto para que el llanto se escurra entre los brazos de otro, pudiendo distenderte, relajarte, sacarte el disfraz, entregándole al otro la responsabilidad de sostener tu cuerpo mientras te desmoronas ahí, en ese silencio, tuyo, suyo, vuestro…
viernes, 18 de septiembre de 2009
Chirimboleando la vida
Hoy me di cuenta de que tengo un problema con los excesos. Si miro una pared que está blanca, me gusta así, pelada. Si se me mete en la cabeza decorarla un poco, la lleno de “chirimbolos”. Cuando pienso en poner imanes en la heladera me pasa lo mismo, o que quede blanquita o que se llene de tantos imanes que haya que mirarlos de cerca para ver como es cada uno.
Si compro facturas, no me como una para sacarme las ganas, me tengo que comer cinco para quedar pipona (igualmente mi cuerpo comienza a sentirlo ese exceso eh….). Si me hago un café con leche lo tomo hasta el final, no voy a dejar el fondito pero si busco el origen de esta obsesión creo que es completa responsabilidad de mis abuelos porque bajo el discurso de que había tantos chicos sin leche en el mundo, yo debía terminarme la mía más allá de que estuviera a punto de estallar para saciarlos (¿?).
Lo bueno en esto de los excesos es que hasta el momento, la mayoría de las veces no fueron cuestiones determinantes en mi vida o que involucraran a mi salud, el punto es que así debo ser en todo ámbito de la vida. Una amiga mía dice que soy demasiado pasional con los sentimientos, quizás también sea por eso, acaso ¿llenaré de chirimbolos mis emociones y por eso son tan pesadas?
Si compro facturas, no me como una para sacarme las ganas, me tengo que comer cinco para quedar pipona (igualmente mi cuerpo comienza a sentirlo ese exceso eh….). Si me hago un café con leche lo tomo hasta el final, no voy a dejar el fondito pero si busco el origen de esta obsesión creo que es completa responsabilidad de mis abuelos porque bajo el discurso de que había tantos chicos sin leche en el mundo, yo debía terminarme la mía más allá de que estuviera a punto de estallar para saciarlos (¿?).
Lo bueno en esto de los excesos es que hasta el momento, la mayoría de las veces no fueron cuestiones determinantes en mi vida o que involucraran a mi salud, el punto es que así debo ser en todo ámbito de la vida. Una amiga mía dice que soy demasiado pasional con los sentimientos, quizás también sea por eso, acaso ¿llenaré de chirimbolos mis emociones y por eso son tan pesadas?
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Fatídicas pelusas
Tan sólo basta con entrar a un ambiente de tu casa y encontrar una pelusa para saber que ni bien corras alguna silla va a haber más.
Las pelusas en mi ciudad y más aún en mi casa, se reproducen a una velocidad incalculable, lo que me da a pensar que la madre de las pelusas debe ser extremadamente promiscua.
Cierro las ventanas, paso el escobillón seguido, desinfecto, limpio el calzado antes de entrar, hago todo pero sin embargo no alcanza. La pelusa me sigue, la pelusa está, la pelusa existe. Lo único que sé es que la pelusa indefectiblemente es.
Me niego a pensar que tanta pelusa provenga de mi ombligo. Yo me baño, soy limpia por lo que esa hipótesis está completamente descartada. La puerta es chiquita y no tiene espacio ni siquiera para que pase un sobre por debajo así que tampoco es una opción. Creo que las ventanas tienen la respuesta correcta pero no saben hablar. Tendría que quedarme un rato largo prestándoles atención para chequear si las pelusas además de molestar saben volar y entran por la ventana.
Qué bárbaro el tiempo que me paso sacando pelusas. Me genera tanta molestía que hoy llegué a pensar, después de haber descartado que las mismas provengan de algún ombligo, que el problema es que todos los individuos sacamos las pelusas para afuera. Quizás si las dejáramos tranquilas en cada casa esto estaría resuelto, por algo nos deben haber elegido. Al fin y al cabo todos buscamos amor, me pregunto si las pelusas también lo estarán haciendo...
Las pelusas en mi ciudad y más aún en mi casa, se reproducen a una velocidad incalculable, lo que me da a pensar que la madre de las pelusas debe ser extremadamente promiscua.
Cierro las ventanas, paso el escobillón seguido, desinfecto, limpio el calzado antes de entrar, hago todo pero sin embargo no alcanza. La pelusa me sigue, la pelusa está, la pelusa existe. Lo único que sé es que la pelusa indefectiblemente es.
Me niego a pensar que tanta pelusa provenga de mi ombligo. Yo me baño, soy limpia por lo que esa hipótesis está completamente descartada. La puerta es chiquita y no tiene espacio ni siquiera para que pase un sobre por debajo así que tampoco es una opción. Creo que las ventanas tienen la respuesta correcta pero no saben hablar. Tendría que quedarme un rato largo prestándoles atención para chequear si las pelusas además de molestar saben volar y entran por la ventana.
Qué bárbaro el tiempo que me paso sacando pelusas. Me genera tanta molestía que hoy llegué a pensar, después de haber descartado que las mismas provengan de algún ombligo, que el problema es que todos los individuos sacamos las pelusas para afuera. Quizás si las dejáramos tranquilas en cada casa esto estaría resuelto, por algo nos deben haber elegido. Al fin y al cabo todos buscamos amor, me pregunto si las pelusas también lo estarán haciendo...
viernes, 4 de septiembre de 2009
Aquí PRESENTE
Y por ver lo que era, dejé de ser lo que soy. Y por pensar en cómo quisiera verme dejé de sentir. La vida se pasa y uno camina a su lado, sin apropiarse de ella. Qué triste.
La clave está en los pequeños momentos, conectarse con uno mismo desde lo pasional si se puede o si se tiene (que feo no tenerlo ¡eh!).
Hoy cociné, para mi amigo. Día especial, hice las compras, elegí las especias sutilmente, le dí el tiempo preciso de cocción a cada ingrediente para luego conseguir la unión perfecta de las partes en pos del plato elegido.
Y llegó la hora y nada salió como planeé, el postre fracasó y la bebida no funcionó. Sin embargo, no sólo el plato principal salió fantástico sino que nos reímos tanto de nosotros mismos que ni bien él se fue a su casa, evité el sueño y tuve ganas de escribir mientras escuchaba música.
Estamos llenos de estos momentos, yo brindo (otra vez) por relajarnos y disfrutar.
Estuve unos días ausente pero vuelvo, entera o a pedazos, aquí presente.
La clave está en los pequeños momentos, conectarse con uno mismo desde lo pasional si se puede o si se tiene (que feo no tenerlo ¡eh!).
Hoy cociné, para mi amigo. Día especial, hice las compras, elegí las especias sutilmente, le dí el tiempo preciso de cocción a cada ingrediente para luego conseguir la unión perfecta de las partes en pos del plato elegido.
Y llegó la hora y nada salió como planeé, el postre fracasó y la bebida no funcionó. Sin embargo, no sólo el plato principal salió fantástico sino que nos reímos tanto de nosotros mismos que ni bien él se fue a su casa, evité el sueño y tuve ganas de escribir mientras escuchaba música.
Estamos llenos de estos momentos, yo brindo (otra vez) por relajarnos y disfrutar.
Estuve unos días ausente pero vuelvo, entera o a pedazos, aquí presente.
lunes, 24 de agosto de 2009
Mi tan “amiga”, Sra. Rutina
Hábitos. Malditas costumbres que te generan adicción y después cuesta tanto desprenderte de ellos… Hoy pensaba acerca de por qué la gente cena en tal o cual horario, se va a dormir en determinado momento de la noche, se ducha generalmente en el interín de una brecha horaria determinada, entre otros ejemplos.
Me quedé pensando en quién será o habrá sido la persona encargada de establecer esas pautas de “convivencia” (si se quiere…) haciéndolas casi absolutas.
Uno se queja, yo misma me he quejado, sobre su rutina y paradójicamente hoy me doy cuenta de que la tengo tan metida en mi subconsciente (es decir incorporada) que sin quererlo termino reproduciéndola cuando no es necesario que lo haga. La verdad es que lejos de querer quejarme, quiero admitir algo novedoso. Me gusta. Sí, me gusta bañarme en el horario en el que lo hago porque ya tengo calculado los tiempos de la ducha y del secado del pelo. Me gusta irme dormir a tal hora porque como cené en otro momento ya establecido previamente, es el instante ideal para descansar porque no tengo el estómago lleno y ya estoy con modorra y en cuanto a la cena, la verdad es que llega justo cuando empiezo a sentir que el vacío estomacal va a apoderarse de mis entrañas.
Es fantástico elegir tus horarios para todo, la forma, la cantidad y la calidad de las cosas que haces pero hoy (como siempre yo reflexionando sobre cuestiones cotidianas de la vida) me dieron ganas de hacer público el hecho de haberme dado cuenta de que me gusta la rutina de la cual tanto tiempo me estuve quejando. La diferencia es que ahora, esa rutina, es mi rutina y la impuse yo.
Me quedé pensando en quién será o habrá sido la persona encargada de establecer esas pautas de “convivencia” (si se quiere…) haciéndolas casi absolutas.
Uno se queja, yo misma me he quejado, sobre su rutina y paradójicamente hoy me doy cuenta de que la tengo tan metida en mi subconsciente (es decir incorporada) que sin quererlo termino reproduciéndola cuando no es necesario que lo haga. La verdad es que lejos de querer quejarme, quiero admitir algo novedoso. Me gusta. Sí, me gusta bañarme en el horario en el que lo hago porque ya tengo calculado los tiempos de la ducha y del secado del pelo. Me gusta irme dormir a tal hora porque como cené en otro momento ya establecido previamente, es el instante ideal para descansar porque no tengo el estómago lleno y ya estoy con modorra y en cuanto a la cena, la verdad es que llega justo cuando empiezo a sentir que el vacío estomacal va a apoderarse de mis entrañas.
Es fantástico elegir tus horarios para todo, la forma, la cantidad y la calidad de las cosas que haces pero hoy (como siempre yo reflexionando sobre cuestiones cotidianas de la vida) me dieron ganas de hacer público el hecho de haberme dado cuenta de que me gusta la rutina de la cual tanto tiempo me estuve quejando. La diferencia es que ahora, esa rutina, es mi rutina y la impuse yo.
jueves, 20 de agosto de 2009
El oxígeno que nos mata
Y de las vueltas de la vida se trata hoy mi pensamiento. De las paradojas, las verdades que resultan increíbles a pesar todo tipo de análisis, esas conclusiones que por más de que le demos mil vueltas son lo que son y punto.
El oxígeno que nos nutre nos oxida, nos envejece, nos va secando, nos está matando. Es un arma de doble filo de alguna manera ya que es necesario y elemental para subsistir pero a la vez nos va secando como si fuéramos pasas de uva.
Y si uno extiende este pensamiento más allá de este planteo, puede darse cuenta de que con muchas cosas, personas y situaciones sucede algo similar.
Hace no mucho tiempo estaba opinando sobre los antónimos, los opuestos y lo indispensable que son para sí mismos entre sí porque validan y justifican la existencia del otro, en este caso estimo que debe ocurrir lo mismo. Si deliro un poco más y me sumo a quienes piensan que todo lleva consigo una dosis de sacrificio puedo leerlo en esos términos al razonar que el oxígeno precisamente porque nos permite disfrutar, reír, divertirnos, amar, llorar y sentir es que a la vez nos va quitando esplendor, va corrompiendo nuestros cuerpos, nos va, como dije anteriormente, oxidando.
Interrogante inocente: y si respiráramos más despacio, con menor frecuencia acaso ¿viviríamos más tiempo o mejor?
El oxígeno que nos nutre nos oxida, nos envejece, nos va secando, nos está matando. Es un arma de doble filo de alguna manera ya que es necesario y elemental para subsistir pero a la vez nos va secando como si fuéramos pasas de uva.
Y si uno extiende este pensamiento más allá de este planteo, puede darse cuenta de que con muchas cosas, personas y situaciones sucede algo similar.
Hace no mucho tiempo estaba opinando sobre los antónimos, los opuestos y lo indispensable que son para sí mismos entre sí porque validan y justifican la existencia del otro, en este caso estimo que debe ocurrir lo mismo. Si deliro un poco más y me sumo a quienes piensan que todo lleva consigo una dosis de sacrificio puedo leerlo en esos términos al razonar que el oxígeno precisamente porque nos permite disfrutar, reír, divertirnos, amar, llorar y sentir es que a la vez nos va quitando esplendor, va corrompiendo nuestros cuerpos, nos va, como dije anteriormente, oxidando.
Interrogante inocente: y si respiráramos más despacio, con menor frecuencia acaso ¿viviríamos más tiempo o mejor?
miércoles, 19 de agosto de 2009
La magia de los olores
Permítanme desplomar un poco de sensibilidad…
Hoy caminaba por una de las avenidas más grande que hay en la ciudad, el sol iba bajando (mi horario favorito del día es el atardecer) y yo estaba feliz observando las sombras de los árboles, sintiendo esos últimos rayitos del sol, contemplando el cielo de color rojo, naranja, violeta, una mezcla increíble. Iba mirando a la gente que con cara de placer volvía a su casa después de un día de trabajo, cuando de repente pasó una señora por al lado mío y en menos de un segundo hizo que yo reviviera mi infancia, tenía el mismo perfume que usaba mi abuela. Fue loquísimo. De pronto, yo tenía 14 años otra vez y estaba con ella en la cocina de mi casa discutiendo acerca de cómo tenía que ir peinada a la escuela o no. Era inevitable el discurso acerca de lo que era adecuado en una chica adolescente como yo en su momento. Los abuelos tienen unos valores admirables pero a la vez les cuesta tanto flexibilizarlos…
En fin, las abuelas son de importancia en la vida de todo niño y si bien yo disfruté muchísimo el tiempo que pasé junto a ella, le hice saber cuánto la quería, jugué con ella y la ayudé, hoy sentí una angustia tan fuerte al darme cuenta de que con un simple olor podía estar casi reviviéndola a ella, a mi abuela que ya se fue, a mi, por siempre, TATI.
Los olores tienen esa característica fascinante, en una milésima de segundo nos transportan al pasado, a otro lugar, a otras personas, a otras emociones…
¡Qué fuerte que son los sentidos de la mano de semejantes emociones!
Hoy caminaba por una de las avenidas más grande que hay en la ciudad, el sol iba bajando (mi horario favorito del día es el atardecer) y yo estaba feliz observando las sombras de los árboles, sintiendo esos últimos rayitos del sol, contemplando el cielo de color rojo, naranja, violeta, una mezcla increíble. Iba mirando a la gente que con cara de placer volvía a su casa después de un día de trabajo, cuando de repente pasó una señora por al lado mío y en menos de un segundo hizo que yo reviviera mi infancia, tenía el mismo perfume que usaba mi abuela. Fue loquísimo. De pronto, yo tenía 14 años otra vez y estaba con ella en la cocina de mi casa discutiendo acerca de cómo tenía que ir peinada a la escuela o no. Era inevitable el discurso acerca de lo que era adecuado en una chica adolescente como yo en su momento. Los abuelos tienen unos valores admirables pero a la vez les cuesta tanto flexibilizarlos…
En fin, las abuelas son de importancia en la vida de todo niño y si bien yo disfruté muchísimo el tiempo que pasé junto a ella, le hice saber cuánto la quería, jugué con ella y la ayudé, hoy sentí una angustia tan fuerte al darme cuenta de que con un simple olor podía estar casi reviviéndola a ella, a mi abuela que ya se fue, a mi, por siempre, TATI.
Los olores tienen esa característica fascinante, en una milésima de segundo nos transportan al pasado, a otro lugar, a otras personas, a otras emociones…
¡Qué fuerte que son los sentidos de la mano de semejantes emociones!
domingo, 16 de agosto de 2009
En el interior uterino
Si tengo miedo cuando voy a dormir y me tapo con la sábana hasta la nariz inclusive ¿realmente me siento más protegida?
Siempre creí que al estar adentro de la cama, cómodos, calentitos y relajados, los seres humanos revivimos la sensación de satisfacción, cuidado, amor y protección que sentimos en el interior uterino de nuestra madre.
De alguna manera, pasamos la vida entera en busca de esa seguridad, esa sensación tan placentera de que estamos a salvo en un lugar, físico, emocional o intelectual. Yo creo que en ese segundo que es la antesala al sueño profundo revivimos algo de esa sensación y recién ahí podemos dormir plácidamente.
Si bien no tenemos recuerdos conscientes de esa etapa de nuestra vida, es evidente que el cuerpo tiene memoria y debe recordarlo, por eso será que acudimos a la tan cómoda posición fetal cuando algo nos preocupa (al menos yo lo hago).
Quería compartir con ustedes esta idea que ayer a la noche cuando no podía dormirme estuve pensando, y hoy de día, desde ya que no tiene el mismo sentido que yo le dí a la noche.
Mmm... no creo que esté tan errada ¿no?
Siempre creí que al estar adentro de la cama, cómodos, calentitos y relajados, los seres humanos revivimos la sensación de satisfacción, cuidado, amor y protección que sentimos en el interior uterino de nuestra madre.
De alguna manera, pasamos la vida entera en busca de esa seguridad, esa sensación tan placentera de que estamos a salvo en un lugar, físico, emocional o intelectual. Yo creo que en ese segundo que es la antesala al sueño profundo revivimos algo de esa sensación y recién ahí podemos dormir plácidamente.
Si bien no tenemos recuerdos conscientes de esa etapa de nuestra vida, es evidente que el cuerpo tiene memoria y debe recordarlo, por eso será que acudimos a la tan cómoda posición fetal cuando algo nos preocupa (al menos yo lo hago).
Quería compartir con ustedes esta idea que ayer a la noche cuando no podía dormirme estuve pensando, y hoy de día, desde ya que no tiene el mismo sentido que yo le dí a la noche.
Mmm... no creo que esté tan errada ¿no?
sábado, 15 de agosto de 2009
Que se agarre el cielo…
Últimamente vengo preguntándome a mi misma ¿por qué las cosas suceden cuando estoy dándome por vencida? Parece una broma, una tomada de pelo.
Hay veces en las que llego a sospechar que existe alguien que está controlando mi vida de manera omnipresente todo el tiempo y, prácticamente, juega conmigo permitiéndome suspirar de alivio o plenitud cuando mi cuerpo ya está invadido por esa tan incómoda sensación de derrota.
Recién estuve enumerando los momentos y las cosas en las que me ocurrió lo mismo y quedé sorprendida al darme cuenta de que vengo con una racha considerable de fracasos. Hay gente que dirá que un tropezón no es caída, yo digo que estar teniendo tropezón tras tropezón es peor que tener una buena caída. De alguna manera, una vez que estás en el suelo es cuestión de levantarte pero cuando no dejás de tropezarte… MOMENTITO.
Desde hace poco parece estar cambiando mi suerte, no creo mucho en la casualidad pero si creo en que uno puede hacer cambios de actitud para mejorar la energía del entorno.
Solucionados los problemas técnicos, puedo decir que creo estar de vuelta… y para quedarme.
A mi misma un deseo: ¡¡¡¡¡feliz estreno de etapa!!!!! Ahora sí, que se agarre el cielo.
Hay veces en las que llego a sospechar que existe alguien que está controlando mi vida de manera omnipresente todo el tiempo y, prácticamente, juega conmigo permitiéndome suspirar de alivio o plenitud cuando mi cuerpo ya está invadido por esa tan incómoda sensación de derrota.
Recién estuve enumerando los momentos y las cosas en las que me ocurrió lo mismo y quedé sorprendida al darme cuenta de que vengo con una racha considerable de fracasos. Hay gente que dirá que un tropezón no es caída, yo digo que estar teniendo tropezón tras tropezón es peor que tener una buena caída. De alguna manera, una vez que estás en el suelo es cuestión de levantarte pero cuando no dejás de tropezarte… MOMENTITO.
Desde hace poco parece estar cambiando mi suerte, no creo mucho en la casualidad pero si creo en que uno puede hacer cambios de actitud para mejorar la energía del entorno.
Solucionados los problemas técnicos, puedo decir que creo estar de vuelta… y para quedarme.
A mi misma un deseo: ¡¡¡¡¡feliz estreno de etapa!!!!! Ahora sí, que se agarre el cielo.
miércoles, 12 de agosto de 2009
Un átomo de silencio
Esto es una breve pausa, un espacio, un silencio, una coma...
Me fui pero tengo la certeza de que ya volveré, malditas cuestiones técnicas.
Me fui pero tengo la certeza de que ya volveré, malditas cuestiones técnicas.
jueves, 30 de julio de 2009
Mi moral tiene forma de Gelatina
“Esto es un atropello a la moral”. No hace muchos días estaba en el trabajo y dirigida por el basto aburrimiento me puse a pensar en esta frase que muchas personas solemos usar ante determinadas situaciones.
Generalmente cuando estoy aburrida o en medio de mi hora pico suelo tener divagues, por ejemplo pensar en los significados de las palabras, de los conceptos, de las frases; desmenuzar ideas hasta descostillarme de la risa, entre otros ataques de sana locura.
Aquella tarde cuando pensé en esa frase, no pude dejar de reírme por varios minutos hasta que concluí en varias cosas. Por un lado, traje a un plano consciente el hecho de que mi moral tiene forma de gelatina color frambuesa y por el otro lado, la manera en que imagino que esa gelatina rosada es atropellada es a mitad de cuadra en una avenida por una bicicleta que le pasa por encima y la deja en el suelo dividida en dos partes. Fue un lime pero me reí tanto que empecé a preguntarle a la gente de mi entorno cómo se imaginaban a su moral y créanme que escuché cosas realmente graciosas. La mente humana alcanza límites insospechables…
Hoy tuve ganas de preguntarle a ustedes: ¿Cómo se imaginan a su moral? Y luego ¿Cómo imaginan que la misma es atropellada?
Generalmente cuando estoy aburrida o en medio de mi hora pico suelo tener divagues, por ejemplo pensar en los significados de las palabras, de los conceptos, de las frases; desmenuzar ideas hasta descostillarme de la risa, entre otros ataques de sana locura.
Aquella tarde cuando pensé en esa frase, no pude dejar de reírme por varios minutos hasta que concluí en varias cosas. Por un lado, traje a un plano consciente el hecho de que mi moral tiene forma de gelatina color frambuesa y por el otro lado, la manera en que imagino que esa gelatina rosada es atropellada es a mitad de cuadra en una avenida por una bicicleta que le pasa por encima y la deja en el suelo dividida en dos partes. Fue un lime pero me reí tanto que empecé a preguntarle a la gente de mi entorno cómo se imaginaban a su moral y créanme que escuché cosas realmente graciosas. La mente humana alcanza límites insospechables…
Hoy tuve ganas de preguntarle a ustedes: ¿Cómo se imaginan a su moral? Y luego ¿Cómo imaginan que la misma es atropellada?
lunes, 27 de julio de 2009
Gracias por ser mi amigo
En mi país, el lunes 20 de julio fue el día del amigo. Muchos amigos se acordaron de mí y me enviaron un mensaje, un mail o me hicieron un llamado. Admito que yo intenté evadir a la mayoría. Odio el fanatismo por celebrar ese tipo de fechas, como si ese día uno tuviera que hacer cosas por sus amigos. La verdad es que si son buenos amigos, van a merecer que hagas por ellos lo que sientas en cualquier momento del año y si son una porquería no vale la pena gastar veinte centavos en un mensaje de texto, pero ni ese día ni cualquier otro.
Las fachadas ya fueron enterradas, por suerte. ¿Qué onda eso de querer figurar ser algo un día en particular? Uno de los mayores temores de todo ser humano es la soledad, entonces a veces pienso que la gente al tener este estilo de comportamiento se debe sentir importante, acompañado, rodeado de amigos… y yo digo: ¡cómo se mienten! Enviar el mismo mensaje masivo a diez personas… ¡Wow! (¿?)
Los AMIGOS se cuentan con los dedos de una sola mano y no necesito recordarles que son mis AMIGOS en el día del amigo, aunque no descarto que es una buena excusa para recibir regalos, cocinar cosas ricas e invitarlos a degustarlas (siendo materialista, obviamente).
No voy a negar que en el día del amigo asistí a la reunión que se hizo en honor a semejante fecha, la pasé muy bien, comí, tomé y me reí muchísimo pero quiero manifestar mi queja hacia el compromiso pedorro de saludar a la gente por el día del amigo.
La idea de este texto no es ofender a nadie, agradezco a quienes me tuvieron en cuenta ese lunes pero creo que al fin y al cabo los que mejor la pasan este mes son los dueños de las compañías de telefonía porque facturan mucho más dinero que otro mes del año…
Las fachadas ya fueron enterradas, por suerte. ¿Qué onda eso de querer figurar ser algo un día en particular? Uno de los mayores temores de todo ser humano es la soledad, entonces a veces pienso que la gente al tener este estilo de comportamiento se debe sentir importante, acompañado, rodeado de amigos… y yo digo: ¡cómo se mienten! Enviar el mismo mensaje masivo a diez personas… ¡Wow! (¿?)
Los AMIGOS se cuentan con los dedos de una sola mano y no necesito recordarles que son mis AMIGOS en el día del amigo, aunque no descarto que es una buena excusa para recibir regalos, cocinar cosas ricas e invitarlos a degustarlas (siendo materialista, obviamente).
No voy a negar que en el día del amigo asistí a la reunión que se hizo en honor a semejante fecha, la pasé muy bien, comí, tomé y me reí muchísimo pero quiero manifestar mi queja hacia el compromiso pedorro de saludar a la gente por el día del amigo.
La idea de este texto no es ofender a nadie, agradezco a quienes me tuvieron en cuenta ese lunes pero creo que al fin y al cabo los que mejor la pasan este mes son los dueños de las compañías de telefonía porque facturan mucho más dinero que otro mes del año…
jueves, 23 de julio de 2009
"Poder decir adiós es crecer"
Una vez Gustavo Ceratti afirmó que: “…poder decir adiós, es crecer” y yo estoy de acuerdo con él. Poder dejar de lado tu estilo y renovarte, renunciar a un empleo por otro, dejar ciertas amistades tóxicas de lado, no usar más determinada ropa, cambiar de pareja, irte de tu casa a otro sitio, cambiar la cama por una nueva, reemplazar los cubiertos por otros hasta, quizás, cambiar el shampoo de uso habitual.
Es que acaso ¿todo no se trata de la costumbre que genera cada cosa en nuestra vida? El conflicto no surge en el cambio, para mí se da en la reacomodación. Lo nuevo genera miedo, simplemente porque es desconocido. Antes de saber que lo nuevo puede ser bueno o malo, excepto que seas ampliamente optimista, crees que las posibilidades de que sea una experiencia negativa, en comparación con lo que tenías anteriormente, son mayores a que sea positivo. ¡Qué seres humanos enroscados!
Una de las personas que más amo en mi mundo dice que somos nosotros los que confundimos todo por querer conseguir trascendencia, opina que seríamos mucho más felices y distendidos si viéramos lo que hay en donde está en lugar de buscarlo por otra parte. Yo, en mi interior, sé que tiene razón pero me parece que me gusta el drama y por eso decido enroscarme. Lo mío es sentirme en un laberinto, aunque la única vez que estuve en uno, fue desesperante encontrar la maldita salida.
Voy a decir adiós pero poniendo un freno o un límite al miedo, el miedo paraliza y no es la idea que así suceda.
Es que acaso ¿todo no se trata de la costumbre que genera cada cosa en nuestra vida? El conflicto no surge en el cambio, para mí se da en la reacomodación. Lo nuevo genera miedo, simplemente porque es desconocido. Antes de saber que lo nuevo puede ser bueno o malo, excepto que seas ampliamente optimista, crees que las posibilidades de que sea una experiencia negativa, en comparación con lo que tenías anteriormente, son mayores a que sea positivo. ¡Qué seres humanos enroscados!
Una de las personas que más amo en mi mundo dice que somos nosotros los que confundimos todo por querer conseguir trascendencia, opina que seríamos mucho más felices y distendidos si viéramos lo que hay en donde está en lugar de buscarlo por otra parte. Yo, en mi interior, sé que tiene razón pero me parece que me gusta el drama y por eso decido enroscarme. Lo mío es sentirme en un laberinto, aunque la única vez que estuve en uno, fue desesperante encontrar la maldita salida.
Voy a decir adiós pero poniendo un freno o un límite al miedo, el miedo paraliza y no es la idea que así suceda.
sábado, 18 de julio de 2009
I LOVE SIESTA
YO AMO DORMIR LA SIESTA. Para ser más descriptiva, la siesta tiene que ser conmigo metida entre el acolchado y la frazada. Nada de desarmar la cama… eso se respeta hasta la noche. Abrir la cama en su totalidad para ingresar en ella es dar por finalizado ese día, y la siesta significa lo contrario.
Si empiezo a buscar cuál fue el momento de mi vida en el que me hice fanática de dormir la siesta creo que se remonta a cuando yo era bebé y me cuidaba mi abuela para que mi mamá fuera a trabajar. Los abuelos van de la mano de las siestas así que esta conclusión tiene sentido total. A mí no sólo me gusta dormir la siesta al mediodía, yo amo las siestas en cualquier momento del día, y no me refiero a esas siestitas de veinte minutos, yo necesito como mínimo una hora, sino es un insulto a la siesta (admiro a la gente que con tan poco tiempo, se levanta renovada).
Quiero detenerme en la mejor parte de ese momento, una vez que estás debajo del acolchado y empezás a generar calor, esa es la antesala perfecta para el sueño profundo.
Creo que lo que más disfruto de las siestas, es que las hagas cuando las hagas, al despertar no se pasó el día, podés seguir haciendo cosas sin cambio de fecha, es como un espacio, un silencio, una invitación a la reflexión, un descanso para el cuerpo, una pausa que te permite presionar play cuando quieras y continuar.
Ya que estoy haciendo confesiones, una muy a lugar es reconocer que si bien lo descripto hasta el momento es el clímax ideal para una siesta, no está nada mal el mix CUCHARITA + SIESTA ...
Si empiezo a buscar cuál fue el momento de mi vida en el que me hice fanática de dormir la siesta creo que se remonta a cuando yo era bebé y me cuidaba mi abuela para que mi mamá fuera a trabajar. Los abuelos van de la mano de las siestas así que esta conclusión tiene sentido total. A mí no sólo me gusta dormir la siesta al mediodía, yo amo las siestas en cualquier momento del día, y no me refiero a esas siestitas de veinte minutos, yo necesito como mínimo una hora, sino es un insulto a la siesta (admiro a la gente que con tan poco tiempo, se levanta renovada).
Quiero detenerme en la mejor parte de ese momento, una vez que estás debajo del acolchado y empezás a generar calor, esa es la antesala perfecta para el sueño profundo.
Creo que lo que más disfruto de las siestas, es que las hagas cuando las hagas, al despertar no se pasó el día, podés seguir haciendo cosas sin cambio de fecha, es como un espacio, un silencio, una invitación a la reflexión, un descanso para el cuerpo, una pausa que te permite presionar play cuando quieras y continuar.
Ya que estoy haciendo confesiones, una muy a lugar es reconocer que si bien lo descripto hasta el momento es el clímax ideal para una siesta, no está nada mal el mix CUCHARITA + SIESTA ...
lunes, 13 de julio de 2009
Hansel y Gretel
Todos los días durante el último año de secundaria volví caminando a casa desde la escuela junto a mi mejor amiga que vivía a seis cuadras. Tomábamos siempre el mismo camino y ello se debía a una única razón: queríamos pasar por una bombonería presente en la avenida (que creo aún existe) cuyos dueños y vendedores eran dos viejitos encantadores, eran la pura imagen del amor a través de los años rodeados de dulzura en diversas formas, colores y tamaños.
La mayoría de las charlas a lo largo de esas cuadras eran en torno a esa pareja, ideábamos que su casa sería toda de chocolate y que habría dulces por todas partes, caramelos para curar todo tipo de dolor, pastillitas de colores para entretener y que siempre habría bombones servidos junto al café. En mi mundo interior yo imaginaba que esos viejitos vivían en el medio del bosque en una cabaña similar a la del cuento de Hansel y Gretel (cuando era chica podía ver esa película una vez tras otra sin aburrirme y al finalizarla, querer repetirla).
Hoy, después de varios años volví a pasar por ese lugar, la bombonería sigue estando sólo que ya no es atendida por esos dueños, ahora hay otros. De todas formas, al mirar a través de la vidriera, los veía ahí sentados como si el tiempo no hubiera pasado, riéndose como los he visto reír ahí adentro vendiendo cosas tan ricas La situación cambió pero prefiero quedarme con ese tan lindo recuerdo suyo.
Qué loco resulta pensar que ellos ni siquiera saben de mi existencia, mucho menos del valor que yo le dí a la hermosa imagen que proyectaban…
La mayoría de las charlas a lo largo de esas cuadras eran en torno a esa pareja, ideábamos que su casa sería toda de chocolate y que habría dulces por todas partes, caramelos para curar todo tipo de dolor, pastillitas de colores para entretener y que siempre habría bombones servidos junto al café. En mi mundo interior yo imaginaba que esos viejitos vivían en el medio del bosque en una cabaña similar a la del cuento de Hansel y Gretel (cuando era chica podía ver esa película una vez tras otra sin aburrirme y al finalizarla, querer repetirla).
Hoy, después de varios años volví a pasar por ese lugar, la bombonería sigue estando sólo que ya no es atendida por esos dueños, ahora hay otros. De todas formas, al mirar a través de la vidriera, los veía ahí sentados como si el tiempo no hubiera pasado, riéndose como los he visto reír ahí adentro vendiendo cosas tan ricas La situación cambió pero prefiero quedarme con ese tan lindo recuerdo suyo.
Qué loco resulta pensar que ellos ni siquiera saben de mi existencia, mucho menos del valor que yo le dí a la hermosa imagen que proyectaban…
domingo, 12 de julio de 2009
Cuando el cielo dejó de ser celeste…
Eso pasó, se llenó de nubes el cielo. No eran blancas, o al menos yo no lo veía, de repente todo se oscureció. Ahí entendí que me tenía que ir. Ese ya no era más mi lugar en el mundo.
Al principio la ansiedad y el pánico que me generaba la situación invadieron mi cuerpo pero poco a poco fui dándome cuenta de que era imposible seguir extendiendo la espera. Ya estaba todo derrumbado y con una sola obrera dudo pueda levantarse semejante desastre. El tema de la espera resulta engañador ya que en su función muchos trucos fueron armados. Sé que es hora de ver realmente en donde está la puerta, nunca quise que fuera de esta manera, pero hoy más que nunca necesito encontrar la salida de emergencia…
Y sin darme cuenta la solución llegó de la mano de quiénes, paradójicamente, menos lo esperé o creí estar esperando. Qué desconcierto y cuánta felicidad a la vez me genera estar dándome cuenta de que tal vez lo único que hubiera hecho falta era tranquilamente comunicar mis necesidades, transmitir mis deseos. Yo creo ser expresiva pero la experiencia, en esta ocasión, está enseñándome que no siempre todo es legible entrelíneas, hay que ser claro porque se llega más lejos y evitás ruido entre vos y tu objetivo.
(“Nada contribuye tanto a tranquilizar mi mente como un objetivo claro…” dijo Mary Shelley).
¡Buen fin de semana!
Al principio la ansiedad y el pánico que me generaba la situación invadieron mi cuerpo pero poco a poco fui dándome cuenta de que era imposible seguir extendiendo la espera. Ya estaba todo derrumbado y con una sola obrera dudo pueda levantarse semejante desastre. El tema de la espera resulta engañador ya que en su función muchos trucos fueron armados. Sé que es hora de ver realmente en donde está la puerta, nunca quise que fuera de esta manera, pero hoy más que nunca necesito encontrar la salida de emergencia…
Y sin darme cuenta la solución llegó de la mano de quiénes, paradójicamente, menos lo esperé o creí estar esperando. Qué desconcierto y cuánta felicidad a la vez me genera estar dándome cuenta de que tal vez lo único que hubiera hecho falta era tranquilamente comunicar mis necesidades, transmitir mis deseos. Yo creo ser expresiva pero la experiencia, en esta ocasión, está enseñándome que no siempre todo es legible entrelíneas, hay que ser claro porque se llega más lejos y evitás ruido entre vos y tu objetivo.
(“Nada contribuye tanto a tranquilizar mi mente como un objetivo claro…” dijo Mary Shelley).
¡Buen fin de semana!
jueves, 9 de julio de 2009
Porque amores que matan nunca mueren...
Si tengo que ser honesta, nunca me gustaron las canciones de Serrat ni la voz de Sabina pero por casualidad hoy me detuve (por cordialidad) a escuchar ese CD que hicieron juntos en vivo y me quedé pensando en las palabras que titulan a este escrito.
“Oh L`amour”. Hay todo tipo de amor, vueltas y patologías en torno suyo. Tal como alguno habrá notado estoy atravesando por un período agitado en mi vida y creo que en esta idea se encierra uno de los problemas que me sugestionan.
Si de ejemplificar se trata, puedo decir que hay amores que generan culpa, hay amores que dan libertad, hay amores que producen energía, otros que generan dependencia, hay amores que te hacen vivir y también hay amores que matan. En relación a este último tipo de amor (por llamarlo de alguna manera) creo que es una realidad común a muchos esto de que amores que matan nunca mueren ya que quizás sea uno de los amores con mayor fuerza existente en el mundo, la verdad es que no logro entender su funcionamiento, de hecho, apenas puedo reconocer su validez.
Si quisiera puedo desarrollar muchas ideas y conceptos en relación al amor pero no es la idea, tampoco quiero ponerme romántica o melosa porque no estoy de humor como para serlo. El punto es que resulta evidente que no llegué a buen puerto en relación con toda esta idea, sin embargo, quiero decir con total convicción que esos amores porque nunca mueren, es que matan...
(Si no admitiera que por ahí mañana escuche un poco más en detenimiento esa música para cerrar la idea en mi cabeza, estaría mintiendo).
“Oh L`amour”. Hay todo tipo de amor, vueltas y patologías en torno suyo. Tal como alguno habrá notado estoy atravesando por un período agitado en mi vida y creo que en esta idea se encierra uno de los problemas que me sugestionan.
Si de ejemplificar se trata, puedo decir que hay amores que generan culpa, hay amores que dan libertad, hay amores que producen energía, otros que generan dependencia, hay amores que te hacen vivir y también hay amores que matan. En relación a este último tipo de amor (por llamarlo de alguna manera) creo que es una realidad común a muchos esto de que amores que matan nunca mueren ya que quizás sea uno de los amores con mayor fuerza existente en el mundo, la verdad es que no logro entender su funcionamiento, de hecho, apenas puedo reconocer su validez.
Si quisiera puedo desarrollar muchas ideas y conceptos en relación al amor pero no es la idea, tampoco quiero ponerme romántica o melosa porque no estoy de humor como para serlo. El punto es que resulta evidente que no llegué a buen puerto en relación con toda esta idea, sin embargo, quiero decir con total convicción que esos amores porque nunca mueren, es que matan...
(Si no admitiera que por ahí mañana escuche un poco más en detenimiento esa música para cerrar la idea en mi cabeza, estaría mintiendo).
lunes, 6 de julio de 2009
Música, un café y yo
Llegué hace veinte minutos de la calle, caminé como treinta cuadras con estas botas negras divinas (léase incómodas), estaba cansada y quería hacer una siestita porque había madrugado pero decidí previamente tomar un cafecito para que mi cuerpo olvidara el frío que pasó afuera e intentar ser condescendiente con el único anhelo que tuve durante las últimas diez cuadras hasta casa: tomar algo caliente. Puse a hervir el agua y mientras la esperaba abrí los cajones de la cocina para ver que había. Ahí estaba, el jarrito para calentar la leche ¡que alegría! En dos segundos recordé toda mi infancia. Esos recuerdos son increíbles porque a partir de objetos sin gran sentido o por medio de un aroma u olor podemos revivir sensaciones del pasado tan naturalmente como si estuvieran ocurriendo en ese mismo instante. Ni bien terminé de calentar la leche y preparar el café, vine a mi habitación y me senté a escuchar algo de música. ¡Cómo amo esos momentos de tranquilidad en los que conecto conmigo tan de lleno! Ese café con leche me salió riquísimo, cosa extraña en mí, y la realidad es que mientras lo tomo y halago, quise plasmar lo feliz que estoy siendo con tan poca cosa. El mix música, café con leche de infancia y yo me sienta bien hoy. De pronto me acordé de que algún día valía quererse así ¿no?
jueves, 2 de julio de 2009
¿En el cielo la gente se separará?
Mi mejor amigo se peleó con su novia, no por voluntad propia sino porqué ella volvió con su ex novio y lo dejó habiéndolo engañado. Inevitablemente después de charlar con él al respecto me quedé pensando sobre los códigos en las relaciones de pareja.
Yo soy una persona por demás romántica, lo sé y quizás al serlo termine estando equivocada con algunas concepciones que tengo pero verdaderamente surgen algunas preguntas sin respuesta en el interior de mi mente. Ingresar en una relación e intentar sostenerla en el tiempo hacia un fin común realmente es una inversión de tiempo, de energía, de emociones, de entrega y también de dinero (pensamiento aparte: una vez un hombre me dijo que era más barato “ir de put*s” que tener una novia). Qué mentira que es eso de que el amor se acabó de la noche a la mañana. No existe. Cualquier persona que estuvo enamorada sabe que arribar a esa conclusión lleva más tiempo que una noche, el punto es saber darse cuenta de que ese proceso viene desarrollándose adentro. Ahí radica, para mí, la falla en la mayoría de los casos.
Ser abandonados es uno de los grandes miedos de la humanidad (de repente quedarnos solos) pero a veces nosotros contribuimos a que eso suceda. Yo no estoy diciendo que mi amigo haya hecho, de manera consciente, algo para que esto ocurra, al contrario, sé cuan adorable es, lo que ella está perdiéndose y la realidad es que cuando se dé cuenta va a ser tarde, pobre. No puedo entender su actitud que más allá de haberle dicho “volví con mi ex, lo nuestro se termina”, esta charla fue por teléfono… ¿En dónde queda el respeto por lo que hubo? Las risas, las salidas, las miradas cómplices, la confianza, los descubrimientos, los gustos compartidos ¿qué onda?
El amor es una emoción agotable, requiere de alimento para mantenerse en equilibrio, para generar esa sensación tan única que hace que a lo largo de la historia todos hablemos de que para ser feliz basta con tener y dar amor. El problema surge cuando, en este caso en una pareja, el amor “se acaba”, si se quiere, yo termino preguntándome ¿qué pasa con el amor de la persona que queda patas para arriba? A lo mejor termine transformándolo en odio, rencor, miedo, parálisis o simplemente pueda entenderlo como algo que sucede todo el tiempo y seguir adelante con el análisis de ventajas y desventajas para la siguiente relación.
Amigo, sepa usted que en mí tiene todo el apoyo que necesite, le guardo varias risas acá. Para eso estamos, para reírnos y para llorar lo perdido. Llámeme cuando tenga ganas.
Yo soy una persona por demás romántica, lo sé y quizás al serlo termine estando equivocada con algunas concepciones que tengo pero verdaderamente surgen algunas preguntas sin respuesta en el interior de mi mente. Ingresar en una relación e intentar sostenerla en el tiempo hacia un fin común realmente es una inversión de tiempo, de energía, de emociones, de entrega y también de dinero (pensamiento aparte: una vez un hombre me dijo que era más barato “ir de put*s” que tener una novia). Qué mentira que es eso de que el amor se acabó de la noche a la mañana. No existe. Cualquier persona que estuvo enamorada sabe que arribar a esa conclusión lleva más tiempo que una noche, el punto es saber darse cuenta de que ese proceso viene desarrollándose adentro. Ahí radica, para mí, la falla en la mayoría de los casos.
Ser abandonados es uno de los grandes miedos de la humanidad (de repente quedarnos solos) pero a veces nosotros contribuimos a que eso suceda. Yo no estoy diciendo que mi amigo haya hecho, de manera consciente, algo para que esto ocurra, al contrario, sé cuan adorable es, lo que ella está perdiéndose y la realidad es que cuando se dé cuenta va a ser tarde, pobre. No puedo entender su actitud que más allá de haberle dicho “volví con mi ex, lo nuestro se termina”, esta charla fue por teléfono… ¿En dónde queda el respeto por lo que hubo? Las risas, las salidas, las miradas cómplices, la confianza, los descubrimientos, los gustos compartidos ¿qué onda?
El amor es una emoción agotable, requiere de alimento para mantenerse en equilibrio, para generar esa sensación tan única que hace que a lo largo de la historia todos hablemos de que para ser feliz basta con tener y dar amor. El problema surge cuando, en este caso en una pareja, el amor “se acaba”, si se quiere, yo termino preguntándome ¿qué pasa con el amor de la persona que queda patas para arriba? A lo mejor termine transformándolo en odio, rencor, miedo, parálisis o simplemente pueda entenderlo como algo que sucede todo el tiempo y seguir adelante con el análisis de ventajas y desventajas para la siguiente relación.
Amigo, sepa usted que en mí tiene todo el apoyo que necesite, le guardo varias risas acá. Para eso estamos, para reírnos y para llorar lo perdido. Llámeme cuando tenga ganas.
miércoles, 1 de julio de 2009
¿En el cielo con que se festeja?
Yo soy de las que prefieren la sidra por sobre el champagne y lo asumo después de varios años. No estoy diciendo que en casa hayamos podido comprarlo siempre, estaría mintiendo si lo hiciera pero de alguna forma está llegando a los últimos festejos una botella de esta bebida poco sabrosa para mí. Intenté que me guste, probé muchas veces, hasta intenté mezclándolo de maneras extrañas con otras bebidas pero no hubo forma, es imposible, me rendí. No sé si es el gusto, dudo sean las burbujas porque debería ocurrirme lo mismo con cualquier otra bebida gaseosa, quizás sea la sensación áspera que me deja de fondo… El punto es que me siento feliz de estar haciéndome cargo de que hoy fue la última vez que no descorchaba la sidra de manzana. Alguna vez me pasó que tuve miedo de abrirla y no terminarla, por eso no lo hice, temor a que nadie se una a mi causa y me ayude a cumplir dicha misión (finalizar la botella) pero voy a ser optimista y hoy elijo creer que seguro cuando lo haga en algún próximo evento alguien se va a prender a terminar la botella conmigo ¿no?
Cuando era chica recuerdo que mi madre mojaba el chupete de mi hermano en sidra, ahora que lo pienso, no sé si está muy bueno hacer eso. La verdad es que después de un par de pibes quizás siga su ejemplo para que “duerman tranquilos” aunque dudo sea con el primero. Otra cosa que me acuerdo de los festejos de la infancia es que desde pequeña me da miedo el proceso para descorchar una sidra, siempre pienso que el corcho en cuestión va a salir para arriba causando algún escándalo. Se escuchan tantas cosas que así suceden ¿por qué no podría ocurrir una en mi familia? En esto tal vez me parezca a mi madre, lo admito. Al fin y al cabo los genes se heredan, basta de renegarlos, al menos en esta semejanza, en las próximas veré.
En los últimos meses noté que tomar champagne en un bar, en un restaurant, en donde sea, es bastante TOP y está de moda. La verdad es que nunca me importó eso, mucho menos ahora.
¡Qué felicidad! Di ingreso a la sidra a mi vida deshaciéndome del champagne para siempre. Con este hallazgo ahora estoy un paso más cerca mío.
Cuando era chica recuerdo que mi madre mojaba el chupete de mi hermano en sidra, ahora que lo pienso, no sé si está muy bueno hacer eso. La verdad es que después de un par de pibes quizás siga su ejemplo para que “duerman tranquilos” aunque dudo sea con el primero. Otra cosa que me acuerdo de los festejos de la infancia es que desde pequeña me da miedo el proceso para descorchar una sidra, siempre pienso que el corcho en cuestión va a salir para arriba causando algún escándalo. Se escuchan tantas cosas que así suceden ¿por qué no podría ocurrir una en mi familia? En esto tal vez me parezca a mi madre, lo admito. Al fin y al cabo los genes se heredan, basta de renegarlos, al menos en esta semejanza, en las próximas veré.
En los últimos meses noté que tomar champagne en un bar, en un restaurant, en donde sea, es bastante TOP y está de moda. La verdad es que nunca me importó eso, mucho menos ahora.
¡Qué felicidad! Di ingreso a la sidra a mi vida deshaciéndome del champagne para siempre. Con este hallazgo ahora estoy un paso más cerca mío.
lunes, 29 de junio de 2009
Subasta de padecimiento
Era domingo, estábamos cenando en casa y nadie hablaba, estaban todos muy afligidos. Para cortar un poco con la indescriptible incomodidad de escuchar el ruido de los cubiertos rozando a los platos y, posteriormente, el sonido de cada uno digiriendo la comida decidí hacer una broma y empecé a preguntarle qué dolor padecía cada comensal. Todos respondieron. A uno le dolía la cabeza, al otro el cuerpo en general porque estaba muy cansado, al otro le molestaba el corazón. Realmente parecía una subasta de padecimientos (ya que no dejaban de argumentar en pos de situarse cada cual como el más lastimado de la mesa) entonces opté por decirlo, me pareció una idea adecuada para ilustrar la escena, pero no causó gracia sino todo lo contrario, de pronto las miradas de incomprensión se dirigieron hacia mí casi preguntando ¿qué parte del sufrimiento familiar yo no entendía? Ahí me di cuenta de que yo había vendido mi capacidad para formar parte de ese jueguito hace un tiempo en una casa de objetos empeñados a cambio de veinte pesos (creo que cuando el dólar estaba uno a uno).
Si hago memoria me atrevo a afirmar que en los peores momentos que hemos pasado nunca hubo tanto mal humor como el de aquel domingo. Resulta extraño cuando lo pienso porque la lógica indica que esos momentos de tensión y tristeza se prestan para generar todo tipo de dolores pero en mi mundo, al parecer, esto no opera como en el resto de los mundos.
Tenía un par de opciones a mi alcance, podía callar pretendiendo no haber dicho lo que dije, podía hacerme cargo del concepto que había expresado y seguir desarrollándolo, quizás una buena idea hubiera sido disculparme para evitar la mala onda que recibí posteriormente, el punto es que podría haber hecho de todo pero opté por concluir la charla, finalizar la milanesa y retirarme a mi habitación.
Lo cierto es que a mi me sigue causando gracia esta idea (con sólo pensarla me río) porque es una excelente descripción de lo que pasó en esa cena aquel domingo. Me pregunto ¿por qué debo suprimir una idea que considero tan adecuada para describir una circunstancia? Cómo no encuentro respuesta alguna que justifique hacerlo decidí liberarla y hacerla pública para que quizás otro ser, como yo, alguna vez cuando le pase y lea, si lo hace, estas palabras entienda el por qué de mi risa y la comparta.
Si hago memoria me atrevo a afirmar que en los peores momentos que hemos pasado nunca hubo tanto mal humor como el de aquel domingo. Resulta extraño cuando lo pienso porque la lógica indica que esos momentos de tensión y tristeza se prestan para generar todo tipo de dolores pero en mi mundo, al parecer, esto no opera como en el resto de los mundos.
Tenía un par de opciones a mi alcance, podía callar pretendiendo no haber dicho lo que dije, podía hacerme cargo del concepto que había expresado y seguir desarrollándolo, quizás una buena idea hubiera sido disculparme para evitar la mala onda que recibí posteriormente, el punto es que podría haber hecho de todo pero opté por concluir la charla, finalizar la milanesa y retirarme a mi habitación.
Lo cierto es que a mi me sigue causando gracia esta idea (con sólo pensarla me río) porque es una excelente descripción de lo que pasó en esa cena aquel domingo. Me pregunto ¿por qué debo suprimir una idea que considero tan adecuada para describir una circunstancia? Cómo no encuentro respuesta alguna que justifique hacerlo decidí liberarla y hacerla pública para que quizás otro ser, como yo, alguna vez cuando le pase y lea, si lo hace, estas palabras entienda el por qué de mi risa y la comparta.
jueves, 25 de junio de 2009
Todos los quesos no van al cielo…
Hoy fue uno de esos días en los que tuve ganas de ensuciarme las manos y cocinar algo rico para toda mi familia. No es un hábito que tenga ni nada parecido pero la realidad es que después de muchos reclamos, decidí que podía y quería hacerlo. Fui al supermercado y a la verdulería a comprar todos los elementos necesarios. Llegué a casa e hice de la cocina mi espacio de trabajo por la siguiente hora y media. Estaba feliz.
Uno de los ingredientes para mi comida era el queso cremoso. Lo corté en cubos perfectos, tuve un profesor muy exigente y terminé entendiendo (léase aceptando) el tema del equilibrio de ingredientes en los platos, pero desafortunadamente le había errado en la cantidad que compré, me había quedado corta con el queso.
Me alejé de la cocina por siete segundos (no exagero) ya que fui a buscar algo a mi habitación. En el pasillo me crucé con mi hermano, conocido por arrasar con toda la comida existente en el hogar, y siendo consciente de esto, le pedí que por favor no tocara el queso cortado en la cocina. Al volver, lo veo retirarse con la boca llena y con dos cubos de queso en la mano. Lo odié. Me fastidia que la ansiedad se apodere de la gente y les impida razonar. No me basta la explicación machista de “son hombres, son así”. Facilismo al cubo. Me tomó el pelo.
Como buena escorpiana que soy reaccioné, y sí, le grité. Lo merecía; créanme. Acto seguido aparece mi madre pidiendo tranquilidad, paz y armonía. Pero acaso ¿esta mujer no entiende que los demás tenemos emociones y que podemos alterarnos? Es simple, hay momentos para la armonía y hay otros que son necesarios para tener que volver a buscarla. Enojarse no siempre hace mal.
Tenía muchas maneras de reaccionar: podía privarlo de la comida que yo preparé pero no soy tan mala, podía armar un escándalo e irme corriendo al grito de “injusticiaaaaa” pero era muy exagerado hacerlo entonces opté por tomar una actitud más justa e infantil a la vez. El razonamiento fue si yo hice las compras y yo cociné entonces yo serviría la comida en los platos por lo que en el suyo puse la porción con menos cantidad de queso… total el resto ya estaba digerido casi llegando a su estómago.
Ahora lo más gracioso es que él se está enterando en este mismo momento mientras lo lee. La pregunta que me queda dando vueltas en la cabeza es ¿estuve mal? Yo creo que no.
Uno de los ingredientes para mi comida era el queso cremoso. Lo corté en cubos perfectos, tuve un profesor muy exigente y terminé entendiendo (léase aceptando) el tema del equilibrio de ingredientes en los platos, pero desafortunadamente le había errado en la cantidad que compré, me había quedado corta con el queso.
Me alejé de la cocina por siete segundos (no exagero) ya que fui a buscar algo a mi habitación. En el pasillo me crucé con mi hermano, conocido por arrasar con toda la comida existente en el hogar, y siendo consciente de esto, le pedí que por favor no tocara el queso cortado en la cocina. Al volver, lo veo retirarse con la boca llena y con dos cubos de queso en la mano. Lo odié. Me fastidia que la ansiedad se apodere de la gente y les impida razonar. No me basta la explicación machista de “son hombres, son así”. Facilismo al cubo. Me tomó el pelo.
Como buena escorpiana que soy reaccioné, y sí, le grité. Lo merecía; créanme. Acto seguido aparece mi madre pidiendo tranquilidad, paz y armonía. Pero acaso ¿esta mujer no entiende que los demás tenemos emociones y que podemos alterarnos? Es simple, hay momentos para la armonía y hay otros que son necesarios para tener que volver a buscarla. Enojarse no siempre hace mal.
Tenía muchas maneras de reaccionar: podía privarlo de la comida que yo preparé pero no soy tan mala, podía armar un escándalo e irme corriendo al grito de “injusticiaaaaa” pero era muy exagerado hacerlo entonces opté por tomar una actitud más justa e infantil a la vez. El razonamiento fue si yo hice las compras y yo cociné entonces yo serviría la comida en los platos por lo que en el suyo puse la porción con menos cantidad de queso… total el resto ya estaba digerido casi llegando a su estómago.
Ahora lo más gracioso es que él se está enterando en este mismo momento mientras lo lee. La pregunta que me queda dando vueltas en la cabeza es ¿estuve mal? Yo creo que no.
martes, 23 de junio de 2009
¡Agarrate Cielo! Pero… ¿De dónde?
Me atrevo a decir que ante dicha pegunta la mayoría tendría diferentes respuestas para darme, pero la verdad es que, esta vez, no sé si me importa. Obviamente puedo oírlos, irónico sería que con semejantes orejas no lo hiciera, el punto es que llegué a esa instancia mental en donde todo se reduce únicamente a lo perceptivo y ahí el otro queda definitivamente afuera.
Estoy de acuerdo con que los individuos aprendemos a ser en la identificación del discurso de los demás sobre uno, pero este sistema debe tener un fin para que no se vuelva patológica la búsqueda propia en palabras ajenas. Imagino que debería existir algún sistema psíquico similar al uso de un embudo en donde comienza todo con un gran caudal y luego se va reduciendo, de lo contrario, quiero gritar.
Todos tenemos una familia, no hay vuelta que darle. Desde chicos también sabemos que cada una funciona diferente, prueba más que confirmada en aquellas tantas veces, que de niña me quedaba a dormir en la casa de una amiga y era tan intrigante ver las costumbres familiares, cómo cenaban (¿en frente de la televisión?), qué tomaban en el desayuno, a qué hora, cuál era el humor de los padres al despertarse, quién se encargaba de llevar a los chicos a la escuela (¿irían cantando “en el auto de papá nos iremos a pasear…”?) , y así muchísimos otros recuerdos. Ahora, que crecí, llegué a una conclusión: ¡Qué bueno que es pertenecer a una sola familia! Con dos sería imposible vivir (aunque los psicólogos tendrían mucho más trabajo). Mi abuela decía algo así como que nunca había mal que por bien no viniera.
A medida que crecemos va cambiando el lugar en donde buscamos y encontramos apoyo, ese lugar o esa persona de donde o de quien agarrarnos para no caernos, para no desesperar, para no enloquecer, para que todo tenga sentido. Algunas veces la familia fue el sostén, otras lo han sido los buenos amigos, un profundo amor, tal vez la música, quizás una formada confianza en sí mismo sea la solución y pueda englobar a todas las demás opciones, no lo sé. Esta vez, y después de no pensar en nada más que dedicarme a sentir, decidí que yo no voy a caerme del cielo. Me gusta esta estadía que atravieso así que hoy elijo agarrarme. Si bien, me llena de cordura saber que sé permanecer al límite de la neurosis, me encantan los ratos en donde creo cruzar de vereda para poder ver, sentir y vivir todo con tanta intensidad...
Mi abuela también una vez me dijo que yo debería escribir lo que siento y yo nunca le hice caso. Ahora sé que ella me estaba enseñando de donde podía agarrarme para no enloquecer. Quizás le haga caso…
Estoy de acuerdo con que los individuos aprendemos a ser en la identificación del discurso de los demás sobre uno, pero este sistema debe tener un fin para que no se vuelva patológica la búsqueda propia en palabras ajenas. Imagino que debería existir algún sistema psíquico similar al uso de un embudo en donde comienza todo con un gran caudal y luego se va reduciendo, de lo contrario, quiero gritar.
Todos tenemos una familia, no hay vuelta que darle. Desde chicos también sabemos que cada una funciona diferente, prueba más que confirmada en aquellas tantas veces, que de niña me quedaba a dormir en la casa de una amiga y era tan intrigante ver las costumbres familiares, cómo cenaban (¿en frente de la televisión?), qué tomaban en el desayuno, a qué hora, cuál era el humor de los padres al despertarse, quién se encargaba de llevar a los chicos a la escuela (¿irían cantando “en el auto de papá nos iremos a pasear…”?) , y así muchísimos otros recuerdos. Ahora, que crecí, llegué a una conclusión: ¡Qué bueno que es pertenecer a una sola familia! Con dos sería imposible vivir (aunque los psicólogos tendrían mucho más trabajo). Mi abuela decía algo así como que nunca había mal que por bien no viniera.
A medida que crecemos va cambiando el lugar en donde buscamos y encontramos apoyo, ese lugar o esa persona de donde o de quien agarrarnos para no caernos, para no desesperar, para no enloquecer, para que todo tenga sentido. Algunas veces la familia fue el sostén, otras lo han sido los buenos amigos, un profundo amor, tal vez la música, quizás una formada confianza en sí mismo sea la solución y pueda englobar a todas las demás opciones, no lo sé. Esta vez, y después de no pensar en nada más que dedicarme a sentir, decidí que yo no voy a caerme del cielo. Me gusta esta estadía que atravieso así que hoy elijo agarrarme. Si bien, me llena de cordura saber que sé permanecer al límite de la neurosis, me encantan los ratos en donde creo cruzar de vereda para poder ver, sentir y vivir todo con tanta intensidad...
Mi abuela también una vez me dijo que yo debería escribir lo que siento y yo nunca le hice caso. Ahora sé que ella me estaba enseñando de donde podía agarrarme para no enloquecer. Quizás le haga caso…
domingo, 21 de junio de 2009
Me saltó la térmica
Otra vez, después de una discusión con desenlace frustrante para mí, me fui corriendo a lo de mi amiga. En Nicole siempre encuentro contención. Llegué en menos de cuatro minutos, esa rapidez al caminar que únicamente tengo cuando estoy enojada (pareciera que el enojo me sirve de motor para activar los músculos). Toqué timbre dos veces pero esta vez Nicole no estaba, se había ido.
En casa todavía estaba la familia de mi mamá (menos mal que no lee mis escritos sino ¡agarrate Cielo!) así que no era una buena idea volver. Ni bien conseguí despegar mi dedo del portero eléctrico entendiendo que por más veces que tocara el timbre, si ella no estaba, no iba a atenderme nadie, empecé a caminar hacia la esquina, entré en un bar que jamás había visto allí y me senté al fondo del salón junto a una ventana. Tenía hambre como siempre cuando me enojo, pero me pedí un café porque había huido tan rápido de casa que tenía sólo cinco pesos en el bolsillo.
Empezaba a tranquilizar los demonios de mi interior concentrándome en observar a la gente que pasaba por la calle, las actitudes de los personajes sentados en las mesas vecinas, el bigote del mozo, la decoración del lugar, cuando me sonó el celular. Atendí. ¡Cómo me molesta hacer eso! ¿Por qué no puedo permanecer reunida con mi enojo? Siempre termino dándole lugar a los enojos ajenos, en este caso, a la preocupación de mi madre porque hacía más de tres horas que había salido de casa “hecha una furia” y todavía no volvía (es ese tipo de madres que cree que porque me voy enojada de casa, quizás me olvide de mirar hacia el costado cuando cruzo la calle para evitar ser atropellada por un camión con acoplado, ah vale aclarar, que para ella si me atropellan no va a ser una bicicleta, seguro va a ser algo realmente grande y trágico).
Después de escuchar su voz algo taladrante le dije que en un rato volvía, que se quedara tranquila. La pregunta que vino automáticamente a mi mente fue ¿y yo… cuándo me voy a quedar tranquila? Me niego a aceptar que esto suceda cuando un tercero, mi novio, un otro, un familiar, ¿un amigo? me lo diga, así que decidí empezar a escribir para decírmelo a mí misma todos los días, pensando que al leerlo quizás en algún momento me termine haciendo caso, ¿no?
En casa todavía estaba la familia de mi mamá (menos mal que no lee mis escritos sino ¡agarrate Cielo!) así que no era una buena idea volver. Ni bien conseguí despegar mi dedo del portero eléctrico entendiendo que por más veces que tocara el timbre, si ella no estaba, no iba a atenderme nadie, empecé a caminar hacia la esquina, entré en un bar que jamás había visto allí y me senté al fondo del salón junto a una ventana. Tenía hambre como siempre cuando me enojo, pero me pedí un café porque había huido tan rápido de casa que tenía sólo cinco pesos en el bolsillo.
Empezaba a tranquilizar los demonios de mi interior concentrándome en observar a la gente que pasaba por la calle, las actitudes de los personajes sentados en las mesas vecinas, el bigote del mozo, la decoración del lugar, cuando me sonó el celular. Atendí. ¡Cómo me molesta hacer eso! ¿Por qué no puedo permanecer reunida con mi enojo? Siempre termino dándole lugar a los enojos ajenos, en este caso, a la preocupación de mi madre porque hacía más de tres horas que había salido de casa “hecha una furia” y todavía no volvía (es ese tipo de madres que cree que porque me voy enojada de casa, quizás me olvide de mirar hacia el costado cuando cruzo la calle para evitar ser atropellada por un camión con acoplado, ah vale aclarar, que para ella si me atropellan no va a ser una bicicleta, seguro va a ser algo realmente grande y trágico).
Después de escuchar su voz algo taladrante le dije que en un rato volvía, que se quedara tranquila. La pregunta que vino automáticamente a mi mente fue ¿y yo… cuándo me voy a quedar tranquila? Me niego a aceptar que esto suceda cuando un tercero, mi novio, un otro, un familiar, ¿un amigo? me lo diga, así que decidí empezar a escribir para decírmelo a mí misma todos los días, pensando que al leerlo quizás en algún momento me termine haciendo caso, ¿no?
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